«El diablo me obligo» de Francisco Haghenbeck

Qué pasaría si Tarantino adoptase la imaginería fantástica de Clive Barker para realizar una delirante historia de cazadores de diablos en un ambiente de novela negra?

Suena raro, ¿verdad? Lo cierto es que este tipo de propuestas ya se han visto en el terreno del cómic, pero eran desconocidas en el panorama literario, menos propenso a dar rienda suelta a la imaginación de una manera tan delirante. Y es que El diablo me obligó es, ante todo, una obra que desconcierta desde el principio. Muestra a un protagonista de lo más peculiar, Elvis Infante, un exconvicto y exsoldado que posee una tienda de objetos de santería, alebrijes y otros artefactos extraños en Los Ángeles, ciudad donde transcurre casi toda la trama de la historia. Pero lo suyo no es precisamente la venta de cachivaches embrujados, eso no es más que una tapadera de su verdadera ocupación, la de diablero. Un tipo que realiza exorcismos para capturar a los demonios y venderlos en un mercado negro ávido de ángeles, diablos y otras criaturas sobrenaturales para organizar peleas a nivel mundial. Una premisa valiente en literatura, donde la complejidad de los personajes es primordial para darles consistencia, y la verosimilitud del mundo en que se desenvuelven se hace más difícil de digerir que en los medios audiovisuales o en la ilustración (quizá más debido a los prejuicios del consumidor literario medio). Pero el autor no se arredra ante esa dificultad y añade al guiso un puñado de personajes atípicos, un capitán del ejército estadounidense que manda a sus “chicos” a capturar talibanes en las montañas afganas bajo el riesgo de encontrar en el mundo subterráneo criaturas y maldiciones que superan la imaginación, una lolita gótica en su papel de asesina, un sacerdote con estudios de psicología al que le es inevitable mantener relaciones sexuales con señoras de alto estrato social, una atractiva detective o un traficante de diablos. El elenco es extraordinario y el autor juega con ellos con acierto tejiendo una novela cargada de acción, una pizca de humor negro y mucha imaginación. Quizá Benjamín, el sacerdote, se me hizo menos creíble en sus inicios, aunque a raíz de cruzarse en el camino con Elvis Infante gana enteros y se va haciendo más plausible a medida que tienen lugar sus reflexiones internas. Las últimas páginas del libro no terminan de convencer, no por erróneas, pero son tan amplísimas las posibilidades que abre el autor que el lector se queda con ganas de más retos y de llegar al culmen en la historia particular de cada uno de los personajes.

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Haghenbeck ha mencionado en alguna ocasión que ha bebido de autores de diversas disciplinas como Clive Barker, Stephen King, Alan Moore o Tarantino, y desde luego que se aprecia, así como la relación de sus escritos con el universo del ilustrador mexicano Edgar Clement. Pese a todo lo anterior, lo más sobresaliente de la novela pudiera ser el capítulo donde los soldados americanos encuentran algo inesperado en las cuevas subterráneas. La narración aquí se vuelve frenética y tan desbordante de imaginación, tan vívida, sorprendente y terrorífica, al mejor estilo de Barker, que solo por eso ya merece la pena haber leído el libro.

 

 

 

Compilación realizada por Lorena Lacaille, escritora, traductora, biblioterapeuta, consultante en Feng Shui y terapeuta en Eft (técnicas de liberación emocional). 

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