Charles Portis, sale de las sombras del olvido…

La petición de entrevista carece de respuesta. Es el particular silencio administrativo que Charles Portis aplica a la prensa en general.

El éxito de los hermanos Coen ha vuelto a poner de actualidad a uno más de esos escritores estadounidenses de culto a los que se califica de esquivos. Raros.

 Charles Portis, autor de la novela Valor de ley , no goza de la condición pynchoniana de oculto radical. Pero forma parte del colectivo de escritores elusivos a los que el éxito no les enloquece y evitan el público. Salinger, Thomas Pynchon, Harper Lee, Cormac McCarthy, Don DeLillo.

El mito Portis incorpora la variante de que hizo de monaguillo antes de ser monje. Durante años ejerció de periodista. “Esa es una visión acertada”, responde Mark Smirnoff, fundador y editor de la revista Oxford Americanal plantearle que este narrador conoce bien la voracidad de los medios.

“Ahí puede estar la explicación. A él le gustaba el reporterismo porque no estaba en el centro de atención, sólo observaba”, añade Smirnoff, uno de los afortunados que comparte cervezas con Portis en Little Rock (Arkansas).

A finales de los años 50 incluso dejó su ciudad para instalarse en la Gran Manzana. Trabajó en el The New York Herald Tribune, donde coincidió con Tom Wolfe. “Tom y Lewis Lapham eran nuestros mejores escritores. Los buenos escritores no siempre son buenos reporteros. Ellos sí”.

Así se expresa en una charla con Roy Reed, un ex colega de la Gazzette, el diario local que le proporcionó el billete para Manhattan. Esta conversación, de mayo del 2001, aparece recogida en la “web no oficial” del autor.

Como redactor del Herald entrevistó a Malcolm X. Le requirió por la razón de suprimir su apellido y conservar el nada africano nombre de Malcolm. Le respondió que los esclavistas impusieron un apellido a su madre, mientras que el Malcolm lo eligió ella.

Otro de sus hitos fue el encuentro con Salinger, según la versión del profesor William Vesterman, de la Universidad de Rutgers. Aprovechó que viajaba en el mismo avión para formularle unas cuantas preguntas al que se ha convertido en el padre de los escritores esquivos. La muerte de Salinger en febrero del 2010 desveló que el autor de El guardián en el centeno no era un eremita que había renunciado a la sociedad. Sólo se limitó a rechazar la gloria mediática. Sin embargo, en Cornish (Nuevo Hampshire), se relacionaba con sus vecinos, quienes conocían su identidad.

Charles Portis, de 76 años, se mueve por esta misma senda. “Evita las entrevistas –subraya Smirnoff–, lo que no significa que no hable con periodistas, aunque raramente o nunca lo hace para que se publique nada. Él es tímido, pero muy amigable”.

En abril del 2010 aceptó recoger el premio que le concedió la revista Oxford American (ver fotografía en esta página) como reconocimiento a su carrera literaria. Valor de ley (True grit) salió a la luz por entregas en el The Saturday Evening Post en 1968.

La escritora Donna Tart sostiene que Mattie es un personaje comparable al Huckleberry Finn de Mark Twain. Smirnoff comparte esa opinión. “Portis es tan divertido como Twain y parecido en su estilo claro y llano. Haymuchos momentos en que pienso que Valor de ley es tan enorme como las aventuras de Huck”.

El relato cayó en el olvido. Hasta que que, en la década de los noventa, el editor Peter Meyer, de Overlook Press, leyó un artículo en que se afirmaba que Portis era uno de los grandes de la literatura de Estados Unidos. True Grit vendió 45.000 copias entre el 2002 y el 2009. Las ventas se han disparado a partir del estreno de la traslación de los Coen.

 

Además de esta novela doblemente cinematográfica –John Wayne protagonizó la versión de Henry Hathaway de 1969–, Portis publicó otros cuatro relatos. Dicen que ahora llevan quince años trabajando en otra historia.

El caso es que, en abril del 2010, aceptó recoger el premio. Acudió trajeado, pero desapareció a media cena. Se marchó a su casa, sin esperar a recibir el galardón. Se puso a ver baloncesto.

Smirnoff, el anfitrión, lo confirma. “Que Portis se fue es cierto. Pensó que ya había hecho todo lo necesario. Cuando regresó, porque le llamó un amigo, ya iba vestido más deportivo. A mí me gusta porque es muy auténtico y no se da aires de superioridad”.

A Portis no le gusta hablar de literatura ni de su obra. “Es lo mismo que se decía de Faulkner”, indica el amigo. “Supongo que ellos ponen mucho cuando están escribiendo y cuando acaban aprecian el silencio”.

Pero no rechaza tomar una Budweiser y conversar. “Es muy divertido –asegura Smirnoff–, un hombre humilde. Sus ojos a veces me ponen nervioso porque, para mí, dicen muchas cosas”.

 Los expertos consideran que, al revés de otras novelas cargadas de humor, el truco de las de Charles Portis es que pretenden ser serias. Sin embargo, están llenas de acontecimientos raros y personajes que todavía lo son más.

Valor de ley.
De la novela que tanto los Coen como antes Hathaway han seguido al pie de la letra, aunque el relato literario es más rico y profundo, ya se sabe que es una historia del oeste. Mattie Ross, una niña de 14 años, sale en busca de justicia para el asesino de su padre. Se asocia a un marshall tuerto, de gatillo fácil y borrachín.

Norwood.
Es su primer relato (1966) y también tuvo versión cinematográfica en 1970, con Glen Campbell de protagonista. Norwoo Pratt viaja desde Texas a Nueva York para cobrar una deuda de 70 dólares y así poder comprometerse con la chica que conoció en un autobús.

The dog of south.
La publicó en 1979 y es la favorita entre sus admiradores. Es una road movie en la que Ray Midge conduce hasta México, desde Little Rock (Arkansas), en búsqueda de su mujer, que ha huido con su primer marido y el Ford Torino de Ray. En verdad, lo que quiere es recuperar su Ford Torino.

Master of Atlantis.
Relato de 1985 en el que dos personajes crean la Gnomon Society, una organización esotérica cuyo objetivo último es dar con la ciudad perdida de la Atlántida.

Gringos.
De 1991, cuenta la historia de un expatriado estadounidense en México que hace amistad con unos locos por los OVNIS y arqueólogos en busca de una ciudad maya desaparecida.

Compilación realizada por Lorena Lacaille.

«Malva» de Hagar Peeters

Quizás pocos nombres tengan tanta poesía como Malva: un color que ronda el violeta, una flor curativa y una de esas palabras que sólo los poetas elegirían para bautizar a sus hijas y que luego dirían, orgullosos, en cada uno de sus versos.

Lo primero sucedió: el nombre es el de la hija del poeta y premio Nobel de Literatura chileno Pablo Neruda.

Lo que nunca sucedió fue que la nombrara. Al poeta que defendió la justicia y peleó contra la marginación de los ciudadanos, que abanderó las causas de la justicia y del amor, que escribió como los dioses y conmovió un continente entero, se le olvidó su hija y la hizo a un lado. La razón: tenía hidrocefalia y no encajaba en su ideal de perfección y belleza.

Es una novela. Pero es real. La escritora holandesa y también poeta Hagar Peeters lo narra en su libro Malva. Y lo hace con una profunda y contundente belleza, desde el punto de vista de una narradora que se expresa del espíritu de la niña cuando muere sobre los ocho años y entiende qué fue lo que sucedió con su vida y comienza a rastrear ese amor que nunca tuvo.

Hagar es una mujer alta y delgada, con esa altura casi característica de los holandeses que los ha convertido en los habitantes del país con mayor promedio de estatura en el mundo. Desde esa altura surge una bondad para acercarse a los demás que no esconde el cuestionamiento permanente a nuestro sistema de creencias. De esa dulzura sale este libro que es casi tan personal como literario. El primer cuestionamiento es ante la figura casi mítica de un hombre que dejó de lado a su hija.

“En realidad, yo no tenía una opinión estricta de Pablo Neruda. Solamente conocía algunos de sus versos y vi que se trataban de la gente común, de señalar la injusticia, de hablar de los marginados. Cuando lo conocí pensé que su destino era eso: denunciar y hacerlo mediante la poesía”.

Neruda con María Antonieta Hagenaar, madre de Malva
Neruda con María Antonieta Hagenaar, madre de Malva.

Sabía poco de él. De hecho, en Holanda la figura de Pablo Neruda no alcanzó, por razones geográficas y de idioma, los niveles de reconocimiento que tuvo en la lengua castellana. “Cuando estuve en Chile hace algunos años quise conocer algo de su vida. Visité sus lugares, sus tres casas, y en Temuco, cuando supieron que yo era holandesa, me contaron un detalle de su vida que parecía anecdótico: la existencia de una hija holandesa. Yo tenía curiosidad por su vida porque soy poeta y me interesó saber dónde creció cuando era niño. La persona que me guio me dijo que la tumba de su hija Malva había sido descubierta y me narró la historia. Yo no la conocía. Nadie la conocía, prácticamente”.

El relato de la niña abandonada de la que sintió vergüenza el poeta por tener una discapacidad le pareció tan interesante, que Hagar Peeters se dedicó a rastrear la vida y obra de Neruda para ver dónde la mencionaba. No la encontró. “Nunca lo hizo”, agrega.

Luego se leyó la biografía célebre de Neruda, Confieso que he vivido,pero tampoco allí menciona a la pequeña Malva Marina. Ni en una línea. A Hagar le pareció un acto de injusticia poética saltarse el hecho de una hija y obviar su vida al margen y su trágica muerte.

 “Fue ahí cuando resolví darle crédito a ella. ¿Cómo era posible que alguien escribiera una biografía sin mencionar a su propia hija? Me obsesioné. Quise saberlo todo sobre esa hija suya. ¿Qué tenía ella para que un hombre considerado un héroe, un ser que defendía a su gente, un gran poeta, el defensor de los oprimidos, olvidara a su familia? Por qué dice que quiere escribir sobre los oprimidos y deja de lado a su hija?”. 

Además, la historia la movía por razones poderosas: no era la primera vez que oía ese tipo de relatos. Sucedían con excesiva frecuencia: padres que abandonaban a sus hijos, que los olvidaban, que desaparecían de su vida como si les estorbaran. Tal como le sucedió a ella misma con su propio padre.

Así, entre los sentimientos propios y ajenos, nació Malva, la historia de la hija que tuvo Neruda con la holandesa María Antonieta Hagenaar, “Maruca”, y la única que tuvo en sus 69 años de vida el Nobel de Literatura chileno, una niña que nació en 1934 en Madrid y falleció en Holanda en 1942 por una severa hidrocefalia, y que fue mantenida en el anonimato por su padre para que su presencia no empañara su inmenso éxito profesional.

Una frase hizo que cobrara vida su historia, narrada con estricto rigor periodístico en su investigación, aunque su punto de vista sea el de la visión de la niña: encontrar una carta de Neruda en la que le describía a una de sus amantes cómo era Malva: “Es un ser extremadamente ridículo, una especie de punto y coma, una vampiresa de tres kilos”, dijo el poeta Neruda, con frialdad, cuando describió el problema de la hidrocefalia de la niña.

Con esos elementos, y con el peso de su propia relación con su padre, el periodista Herman Vuijsje, que no estuvo con ella en su infancia por sus constantes viajes por Latinoamérica y en especial a Chile hasta convertirse en un fantasma sin rostro para la propia autora; unida a la historia de otros grandes que dejaron a sus hijos de lado, como James Joyce, Henry Miller o Albert Einstein, Peeters decide narrar la historia del desamparo de miles de niños a través de la figura real de Malva.

“Vi las posibilidades comparativas de escribir en paralelo la historia de mi papá, a quien creí ver en la tapa de un libro por primera vez en un viaje cuando tenía cinco años. Yo me sentí orgullosa y lo señalaba. Hice ruido y la gente me miró. Me sentía la hija de un gran escritor. Cuando tuve once años comencé a escribirle cartas para que fuera mi padre: quería tener una relación, pero no se dio: no se preocupó por mi existencia. Al final me acostumbré al a idea de no estar a su lado. Por eso cuando leí lo de Neruda entendí que era otro más de tantos”.

La suya, en definitiva, no es una novela de amor, sino de la sensación de extrañar el amor. Un relato sobre la ausencia del mismo, contada desde el silencio de los niños que no dejan de extrañar al padre que no tienen.

Una novela bella, precisa, sanadora, que implanta con precisión poética la figura también de la madre que debe asumir además de la pobreza el cuidado total de su hija como misión de vida ante el abandono de su compañero, como hizo María Antonieta, sumida en la enfermedad mientras Neruda celebraba el éxito. Una historia, en definitiva, preciosa en su confección y sinceridad, contundente para desmontar un mito erigido sobre su propia contradicción, que deja en claro cómo la literatura le da vida y justicia a lo que la realidad misma se empeña en negársela.

Así comienza Malva

“Me llamo Malva Marina Trinidad del Carmen Reyes, para mis amigos de aquí Malvita; Malva para todos los demás. Puedo asegurar por supuesto que ese nombre no lo concebí yo. Lo hizo mi padre. Lo conoces, el gran poeta. Igual que titulaba sus poemas y poemarios, así me dio a mí un nombre. Pero nunca lo pronunció en público. Mi vida eterna empezó después de mi muerte en 1943 en Gouda. Mi entierro congregó a un puñado de gente. Muy diferente del funeral de mi padre, treinta años más tarde en Santiago de Chile.”

 

 

Compilación realizada por Lorena Lacaille.

Fuente: El espectador, Blog Cultura, mayo 26, 2017,

 

«El principe de la oscuridad»: Joe Hill

Cuando tenía 12 años y volvía del colegio, Joe Hill (Hermon, EE UU, 1972) se encontró a sus padres tecleando una historia cada uno en su cuarto. No eran unos progenitores cualquiera. Su padre, Stephen, ya había firmado novelas como El resplandor o Carrie,mientras que su madre, Tabitha, comenzaba una carrera como cuentista. Fue casi como una revelación: ser hijo de los King marcó su futuro: “Pensé que eso era lo que se suponía que debías hacer: pasar un par de horas cada día jugando a hacer creer a alguien una historia y que, finalmente, alguien te pagara mucho dinero por ello. Lo cual resultó ser cierto”, confiesa a EL PAÍS.

Hill, que a día de hoy es uno de los autores de thrillers más reconocidos y con legiones de lectores, debe mucho a sus padres, aunque apenas hable de ellos. No le gusta que le recuerden que su padre es uno de los autores más vendidos de todos los tiempos. De hecho, cambió su apellido cuando empezó como autor de cómics en 2005 —no revelaría su identidad hasta 2007—. En esta entrevista, con motivo de su participación en el Festival Celsius 232 de Terror, Fantasía y Ciencia-Ficción —que se celebró en Avilés (Asturias) hasta el sábado— y de la publicación de su última novela en España, Fuego (Nocturna), se negó a contestar sobre la relación con su padre. Y, sin embargo, casi toda su obra remite a él. El suspense, el ambiente apocalíptico y el terror están presentes en El traje del muerto, Cuernos y en Fuego. “Si no puedes crear tensión en la imaginación del lector, este encontrará algo más que hacer. Nunca he leído una novela que carezca de suspense y que valga la pena terminar”, sostiene el autor.

“Lo que me interesa de las novelas es cómo los personajes se revelan cuando están expuestos a presión. Yo prefiero tener una gran idea para un personaje que una idea para una gran trama. La mejor trama no es nada si los personajes carecen de una vida bien desarrollada”, sostiene. Con los que ahora hay en su país tiene bastante. Mientras, le espera trabajo junto a su padre (una vez más) en la adaptación de una historia que escribió con él y que “posiblemente se convierta en película”, revela. Y después volver a los cuentos y a su hijo. Para evitar que le engulla un monstruo.

 

Joe Hill es el último destinatario de las becas de la Comunidad Ray Bradbury. También ha recibido los premios William L. Crawford al mejor nuevo escritor de fantasía en 2006, A. E. Coppard Long Fiction Prize en 1999 para «Mejor Que El Hogar» (Better Than Home) y el 2006 World Fantasy Award por Mejor Novela «Compromiso Voluntario» (Voluntary Committal). Sus historias han aparecido en una variedad de revistas, como la Revista Subterránea (Subterranean Magazine), Posdatas (Postscripts) y Altas Planos Literarias (The High Plains Literary Review), y en muchas antologías, incluyendo «El Gran Libro de lo Mejor del Nuevo Horror (The Mammoth Book of Best New Horro) (ed. Stephen Jones), y «La Mejor Fantasía y Horror del Año (The Year’s Best Fantasy and Horror) (ed. Ellen Datlow, Kelly Link & Gavin Grant).1

 

Novelas

Fantasmas[editar]

El primer libro de Hill, la edición limitada «Fantasmas» (20th Century Ghosts) publicado en 2005 por PS Publishing, mostraba catorce de sus pequeñas historias y ganó el premio Bram Stoker Award para la Mejor Colección de Ficción (Best Fiction Collection), junto con el Premio Británico de Fantasía British Fantasy Award por la Mejor Colección (Best Collection) y por Mejor Historia Corta (Best Short Story) por «Lo Mejor del Nuevo Horror» (Best New Horror). En octubre de 2007, la corriente principal de sus publicadores de Hill en EE.UU. y Reino Unido son la reimpresión de Fantasmas del Siglo 20 (20th Century Ghosts), sin los extras publicados en las 2005 versiones de Caja Protectora (Box Slipcased).2

El Traje del Muerto

La primera novela de Hill, El Traje del Muerto (su título original en inglés: Heart-Shaped Box), fue publicada por William Morrow/HarperCollins el 13 de Febrerode 2007 y por Victor Gollancz Ltd en el Reino Unido en marzo de 2007. Y simultáneamente a estas dos ediciones, una edición limitada de Heart-Shaped Box fue también liberada por Subterranean Press; esta se agotó varios meses antes de su publicación. La novela llegó al #8 de la Lista de «Mejor Vendidos» (bestseller) del periódico The New York Times el 1o. de abril de 2007. El protagonista de la novela es Judas Coyne, una veterana estrella de rock que colecciona objetos macabros. Un día encuentra en internet una subasta donde ofrecen el traje de un cadáver, aparentemente embrujado, que él adquiere con nefastas consecuencias.

Cuernos

Su trabajo, «Cuernos» («Horns» en inglés), fue publicado el 16 de febrero de 2010 en Estados Unidos y en España el 6 de octubre de mismo año. Es una historia sobre el amor, el satanismo y la venganza. Se podría considerar su opera magna.

La novela cuenta la historia de «Ig», un joven que al levantarse un día tras una borrachera, se da cuenta de que le están creciendo unos cuernos en su cabeza y tiene poderes de carácter diabólico. Todo esto tras la ruptura con su novia Merrin, quien tuvo una misteriosa violación y fue asesinada.3​ Se realizó una película basada en este libro en el año 2014, que fue protagonizada por Daniel Radcliffe

 

NOS4A2

Su novela titulada NOS4A2 (se pronuncia «Nosferatu»). Se publicó en la primavera del 2013. Básicamente es una historia de carretera con vampiros.

La niña Victoria McQueen tiene un don especial para encontrar cosas: cada vez que se pierde algo en su casa, ella lo encuentra. Lo que no saben sus padres es que lo que realmente hace Vic es montar en su bicicleta y pedalear hasta el río, donde un misterioso puente cubierto la transporta al lugar donde se encuentra el objeto perdido. Siendo adolescente, un día que está cabreada con sus padres, Vic se mete en el puente cubierto buscando problemas, y aparece en la Casa del Trineo, donde un misterioso anciano, Charles Manx, casi la mata. Manx resulta ser un peligroso psicópata que va secuestrando niños para llevarlos a la Tierra de la Navidad, un lugar maravilloso donde todos los días del año son Navidad.

The fireman

Su cuarta novela, The fireman, de tinte post-apocaliptico, fue lanzada el 17 de mayo de 2016.

En ella un misterioso hongo está infectando a la gente haciendo que se quemen espontáneamente y la sociedad debe lidiar con las consecuencias de este evento.

Otros trabajos

El 23 de septiembre de 2007 en la 31a. Conveción Fantasycon, la Sociedad Británica de Fantasía (British Fantasy Society) adjudicó a Hill el primer premio Sydney J. Bounds Best Newcomer Award. La primera venta profesional de Hill fue en 1997.

Entre sus trabajos aún no publicados esta uno parcialmente completado con su padre, «Pero Sólo La Oscuridad Me Ama» (But Only Darkness Loves Me) el cual se apoya con los trabajos de Stephen King en la Unidad de Colecciones Especiales (Special Collections Unit) de la Biblioteca de Raymond H. Fogler en la Universidad de Maine en Orono, Maine.

Cómics

Locke & Key

Hill es también un gran amante de los cómics y novelas gráficas. Gracias a la ayuda del dibujante chileno Gabriel Rodríguez y sus propios guiones, ambos comenzaron en el año 2008 el proyecto de creación de una serie de cómics llamada Locke & Key. Dichos cómics han sido publicados por IDW Publishing en Estados Unidos, por Editorial Panini en España y la Editorial Arcano IV en Chile.

La temática es del tipo terror-suspenso. Todo comienza con el asesinato del padre de Tyler, Kinsey y Bode Locke, que junto a su madre deciden ir a vivir a un nuevo lugar que les haga olvidar todo lo ocurrido; de esta manera es como llegan a la mansión Keyhouse, localizada en Lovecraft, Massachusetts. Esta mansión contiene distintas llaves y puertas que pueden realizar cosas imposibles.

La serie ha tomado aprecio por el público al punto de ser considerado uno de los mejores cómics de terror de los últimos años, superando por mucho a otros del género como The Walking Dead de Robert Kirkman.

Otros Cómics

Joe Hill quiso mostrar el interés que tiene por sus propias historias adaptando una de estas al cómic. La Capa, uno de los cuentos presentes en el libro Fantasmas. Fue elaborado por Hill y Jason Ciaramella con Zach Howard haciendo los dibujos.

Curiosidades

  • Entre su serie de cómics, Locke & Key, Hill comenta que su llave favorita es la «Ghost Key» (Llave fantasma)
  • Su libro favorito es la novela True Grit, escrita en 1968 por Charles Portis.
  • Hill es un gran amante del cine de terror y Serie B al igual que su padre, Stephen King. Ha llegado a considerar a Tiburón como la mejor película que ha visto.
  • Es coleccionista de tazas de té y cualquier objeto que tenga tentáculos.

Horns, Cuernos: Joe Hill

 

Compilación realizada por Lorena Lacaille.

Realismo, magia y erotismo los tópicos de Giovanna Rivero.

Entrevistada por José Luis Saavedra, Rivero se presentó a si misma (2006) en los siguientes términos: “Giovanna Rivero es una escritora, primero que todo es una mujer. Me he ‘construido’, de algún modo, a partir de mis lecturas. El tono de las lecturas es casi siempre el de las frustraciones y las alegrías. Entonces, soy una escritora-lectora, escribo sobre las cosas que veo, que me pasan, sobre el mundo contemporáneo; entre lo que vivo, siento, y lo que escribo la diferencia es sólo la ficción, mi literatura es autorreferencial, aunque no esté respaldada por una biografía de la verdad es decir, lo que escribo le puede pasar a cualquiera, a veces nos pasa o somos potenciales de que nos pase. Entonces, soy una mujer artista, diríamos así, y a medida que ha pasado el tiempo tengo más claro lo que esto significa, porque a veces uno pone categorías a su vida, en las cuales trata de encarnar, cuando en realidad la prótesis es el lenguaje: los hombres y los adjetivos que nos imponemos deben reflejar lo que uno realmente es”.

Giovanna Rivero ( Montero, 1972- ) es una novelista y cuentista boliviana, pertenece a los escritores más exitosos de ficción contemporánea de Bolivia.

Nació en Montero, Santa Cruz, Rivero fue premiada con el Premio Municipal de Santa Cruz de Literatura en 1997 por su colección de cuentos Las bestias. En 2005, recibió el Premio en Cuentos Franz Tamayo por La Dueña de nuestros sueños. En 2004, participó en el Programa de Escritura de Iowa en la Universidad de Ioway en 2006 fue premiada con la beca Fulbright que le permitió obtener una maestría en literatura latinoamericana de la Universidad de Florida. Ella pasó a recibir un doctorado en la misma universidad en 2014. En 2011, fue uno de los 25 nuevos talentos latinoamericanos elegidos por la Feria del Libro de Guadalajara de México.

Comentando sobre su última novela, 98 segundos sin sombra, Fernando Iwasaki de El Mercurio comentó: «Giovanna Rivero escribe buena prosa, es capaz de crear personajes poderosos. Con [esta obra] se ha añadido a su nombre en el libro de la literatura latinoamericana.» La novela ha sido publicada por la editorial española Caballo de Troya, contribuyendo al creciente éxito internacional de Rivero.

Además de escribir novelas y cuentos, Rivero es una habitual colaboradora de periódicos locales y nacionales.También enseña semiótica y periodismo en la Univeridad Privada de Santa Cruz de la Sierra.

Trabajos seleccionados

  • 2001: Las camaleonas, novela
  • 2002: La dueña de nuestros sueños, historia para niños
  • 2005: Contraluna, cuento
  • 2006: Sangre dulce, cuento
  • 2009: Tukzon, historias colaterales, novela
  • 2009: Niñas y detectives, cuento
  • 2011: Helena 2022: La vera crónica de un naufragio en el tiempo, novela
  • 2014: 98 segundos sin sombra, novela
  • 2015: Para comerte mejor, cuento

 

La Feria del Libro reconocerá la trayectoria de la escritora Giovanna Rivero

 

Su último trabajo: Para comerte mejor

Entre ataúdes, vómito, ratas y desazón, Giovanna Rivero compone una constelación de relatos siniestros. La inmundicia de los recovecos abandonados constituye la materia de un entramado narrativo intempestivo, que golpea y confronta, y que sin embargo, entre la vorágine de lo ominoso, hace surgir una delicada melancolía. Para comerte mejorconstituye una valiosa contribución a esa literatura de lo extraño que tanto cultivaron escritores como Poe, Piñera o Landolfi.

 

Compilación realizada por Lorena Lacaille.

 

«A medio verano».

Ya han pasado más de dos meses desde mi último post. !Que increíble! y aún más las cosas que me han pasado, de pronto me siento como en una película de acción, no salgo de una situación cuando ya ha comenzado otra. Lo bueno de todo este movimiento es que justo no tengo tiempo para aburrirme ni para desperdiciar el tiempo en situaciones ni personas que no me nutren. El cambio ha sido una constante de este año y les confieso que años como este quisiera muchos más, son de esos periodos en la vida en que uno da un salto cuántico, un parteaguas: un antes y un después. No cabe duda que la vida es linda, y trato de que cada mañana no se me olvide agradecer por estar viva y por tener a mi lado a las personas que más amo en el mundo: a mi esposo y a mis dos hijos. Y por supuesto agradecida por estar en salud, realizo que con amor y salud todo es posible, sólo es cuestión de tiempo, disciplina y trabajo constante. Sin embargo, para recargar baterías hace falta tomarse una pausiita de tanto ajetreo, y en vista de que por una razón u otra no hemos podido partir de viaje, las escapadas de fin de semana, y mis caminatas matutinas o al atardecer han sido mi mejor manera de revitalizarme. Además, son fuentes de inspiración, desbloquean mis nudos creativos y le dan un empujoncito que me facilita la vida. Otras veces, los vientos me susurran soluciones a mis dilemas existenciales, en fin, que salir y estar en contacto con la naturaleza siempre es redituable. Así que si andan con los ánimos bajos, les recomiendo ampliamente una paseo al parque más próximo, o si tienen el privilegio de vivir cerca de la playa, de un lago, o bosque, aprovechenlo, nada mejor que estar en contacto con elementos naturales puros.

En mi caso, tengo a 20 minutos de caminata el maravilloso Fleuve de Saint-Laurent, pegadita esta la ciclopista y un pequeño parque. Y por si no fuera poco, la marina, que me hace recordar la de Creta en Grecia, claro menos pintoresca pero también tiene su encanto. Luego de atravesar la patrimonial calle de Saint-Charles y bajando en linea recta llegamos al puente que atraviesa la A-132, cada vez que camino sobre esté siento un vértigo que me hormiguea desde la punta de los pies hasta el pecho. Por unos momentos, mi mirada se pierde en el flujo incesante de autos y camiones que van y vienen, vidas que se cruzan sin mirarse, siempre ansiosas por llegar a su destinación. Enseguida, esta la marina y después de pasar la bici pista mi recompensa: un atardecer maravilloso con el cielo malvo, tonos azules, rosados y colores ocres. Al fondo, el viejo puerto de Montreal, El estadio Olímpico y los barcos que cargan y descargan, aviones que surcan el cielo de forma sistemática. El mundo no se detiene, sigue su loca carrera. Sin embargo, yo tomo el tiempo de contemplar por unos minutos el privilegio de este escenario en movimiento. Las olas del fleuve producen en mi un efecto mágico-sedante, evoco viajes, lugares por visitar, momentos felices, flashazos de vidas pasadas, déjà vu, simplemente me transportan a otra dimensión. Siento una paz inmensa, y abro mis brazos como alas para cargarme al máximo de esa hermosa energía y entonces, un deseo vehemente me invade de volar, de volar muy lejos…De explorar el mundo.

Lorena Lacaille

Longueuil, Agosto 12, 2017.

Derechos de autor
Este artículo es de libre distribución siempre y cuando respetes el nombre del autor y no alteres la información.
© Lorena Lacaille, 2017.

 

«La última ceniza» de Montserrat Martorell

“Vengo de una familia de periodistas, mi papá es Francisco Martorell, el Director de la revista El Periodista; él siempre ha sido muy apasionado con las comunicaciones, por lo que siempre quise poder replicar esa pasión que veía en mi papá. De chica tuve la inquietud de ser escritora, finalmente entreura y Periodismo, opté por este último” cuenta Montserrat.

Nacida en Argentina, pero de padres chilenos, y radicada en nuestro país desde 1996, Montserrat Martorell egresó en 2010 de Periodismo. Posterior a su titulación, realizó el Diplomado de Pensamiento Contemporáneo en el Instituto de Humanidades UDP.

 

El año 2013, luego de trabajar en distintas áreas como radio, prensa, agencias, etc.  postuló a Becas Chile para partir a Madrid, a realizar un Máster en Literatura Creativa en la Universidad Complutense, lugar en donde estuvo hasta octubre del año pasado, y dónde comenzó a escribir su primer libro.

La última ceniza»,  la escribí hace dos años, pero como estaba en España haciendo el máster, no tuve intenciones de publicar sino hasta que volví a Chile, que fue cuando comencé a gestionar con algunas editoriales la posible publicación. Mi novela cruza temáticas como la violencia de género, el aborto, relaciones de pareja; son tópicos contemporáneos que cualquiera que la lea se podrá sentir identificado con alguno de los personajes”.

En relación al origen de su ópera prima, Montserrat agregó“La historia principal del libro nació en Madrid, a partir de mi vecina del piso de arriba del edificio donde vivía. Todos los días la escuchaba remecer el piso con sus tacones, nunca la conocí, pero desde la idea de especular su historia, escribí un relato en 15 minutos para una asignatura del máster, que luego se convirtió en el primer capítulo de mi novela”.

Montserrat cuenta que en La última ceniza  los personajes son personas que aparentemente tienen vidas perfectas, “sin embargo, están rotas por dentro, usando máscaras para poder sobrevivir. Son seres anónimos que viven de una apariencia que funciona, pero no es real. Es una historia que se cuenta desde una multiplicidad de voces, son 4 personajes que van narrando la novela”.

Vivir de la Literatura

Con una gran aceptación de parte del público, ypresentaciones en distintas ferias del libro, la egresada de Periodismo UDP se refirió a cómo es ser escritora en nuestro país: “Vivir de la literatura en Chile es posible, pero después de mucho trabajo continuo y perseverancia, también creo que va muy de la mano con la vida académica, y en ese sentido, a mí me encanta enseñar”.

La última ceniza, publicada por la editorial Oximorón, en los próximos meses se embarcará en una gira internacional por Ecuador, México, Argentina y España, en este último país, Montserrat presentará su libro en la Universidad Complutense de Madrid, lugar donde comenzaron las primeras líneas de su novela y fue impulsada por sus profesores a desarrollar la historia.

En relación a su paso por la UDP, Montserrat comentó que siempre admiró el pluralismo y la libertad entregada durante sus años de estudio. “En el extranjero uno puede darse cuenta que un periodista de la Portales está preparado para estar de igual a igual con cualquier profesional de otro país”.

Actualmente, Montserrat se encuentra realizando un Doctorado en Literatura Hispanoamericana en la Universidad Complutense de Madrid, lugar donde viaja una vez al año para presentar los avances de su investigación. Paralelo a sus estudios, se desarrolla como académica en la UDP y en la Universidad Autónoma; y ya se encuentra escribiendo su segunda novela.

«La última ceniza», de Montserrat Martorell

Fragmento

En doce meses su vida había cambiado y él no se ajustaba a su nueva realidad de hombre separado y sin amigos. Había perdido cualquier tipo de contacto con las personas que alguna vez le importaron. Sus jornadas transcurrían casi siempre iguales: todo el día encerrado en su departamento, con las luces prendidas, esperando que algo pasara. Y lo único que pasaba eran los tacos de su vecina de arriba que golpeaban con fuerza el suelo. Como si estuviera castigándolo, como si estuviera también castigándose ella. Y así, todos los días, a la misma hora, como un calendario esquizofrénico y desolador que le recordaba que la soledad siempre puede ser mayor cuando estás encerrado en un cuarto donde la luz apenas llega, el 3B de la calle Tremps.
Casi no tenía muebles. Los había vendido todos por ciertas necesidades, pero si entrabas, tal vez sigilosamente, podías ser testigo de una mesa angosta de madera cubierta por un mantel sucio, bordado quizás hace cuántos años. A su lado, un espejo descansaba encima de un mueble grande que, lleno de polvo y roto a la izquierda, servía como refugio a tantas fotos en blanco y negro de los antepasados de su familia. “La galería del terror”, la llamaba. La cómoda había sido de sus abuelos cuando recién se habían casado y era uno de los pocos objetos que le dejaron en vida a ese nieto mayor que se llamaba Conrado. Después libros y libros en los estantes. No le gustaban las pinturas, le daban miedo. Un miedo que no era capaz de explicar y menos entender. De su más tierna infancia recordaba pocas cosas. Había bloqueado cada detalle, cada episodio. Pocas cosas perduraban en él como su incapacidad para aguantar más de dos minutos frente a un cuadro. Daba lo mismo si era un retrato de niños o de animales. Conrado se paralizaba. Ni siquiera podía contemplar con ojos de artista (que sí los tenía) esas monumentales representaciones que colgaban en el Museo del Prado de Madrid (lugar al que viajó en una época donde todavía era demasiado joven para entender todo lo que vendría tanto tiempo después). Pero en el arte, como en la historia de todos, siempre hay excepciones y las Pinturas negras de Goya eran su debilidad. Sobre todo El aquelarre o El gran cabrón, como le gustaba decir a él. “Demonios y ángeles, así convivimos todos, así nos despertamos todos cada mañana, así nos reconocemos todos, en silencio, frente al espejo. Ahí no nos podemos mentir, ahí no podemos ponernos las máscaras”, pensaba a menudo mientras abría y cerraba los ojos contemplando su figura en el ascensor del edificio de la calle Tremps.
El arte, como tantas otras cosas en sus largos años de vida conyugal, había sido uno de los temas recurrentes que ambos usaron para agredirse. Laura podía gastar fortunas en cuadros, le gustaba ir a las ferias de antigüedades y perderse buscando, encontrando cualquier cosa que la conmoviera. Para Conrado era diferente y ese interés de su mujer tenía que ver con las banderas: las banderas que todos usábamos para sobrevivir. “¿Cuál es la tuya?”, les preguntaba a sus pacientes. Estaba convencido de que todos los seres humanos teníamos una y que saber reconocerla nos convertía en lo que éramos, al menos frente a los ojos de los demás.
“La mujer que baila, el hombre que viaja, la joven que escribe, el niño que toca el piano, el abuelo que sabe de fútbol, la mujer que conoce a los pájaros mejor que a los seres humanos, los adolescentes que vibran con las ciencias o con los números o simplemente elevan un volantín de una manera casi perfecta. Todos necesitamos una bandera. A Laura la medicina no le bastaba. Por eso le gustaba la pintura, por eso le gustaba la naturaleza muerta. A Laura le gustaba todo lo que no estuviera vivo”, había escrito alguna vez Conrado.
¿Y los cuadros? ¿Por qué los detestaba tanto? Había algo más; una razón más profunda que se explicaba en el miedo que le provocaban. Cuando pequeño, tenía la imagen de haber ido al museo y aferrarse a la mano del que estuviera a su lado. Una vez alguien, una novia que quiso, le preguntó por qué se sentía así. “Es que son gente muerta, son gente muerta hace quizás cuántos siglos”, había respondido frente a Las Meninas de Velázquez. En contraposición, podía ser un gran coleccionista. Su primera obsesión fue acumular tubos de arena de cualquier lugar al que hubiera viajado. Tierra. Le gustaba juntar tierra. Tenía veinte, quizás treinta. Todos ordenaditos detrás de un mueble. Casi escondidos, pero con su origen intacto: unas letras azules revelaban cuál era el país, la ciudad y el año donde se había recogido esa pequeña muestra.
Hoy, a Conrado le dolían los tubos imperfectos. Le dolían porque le recordaban a Manuel. A su pequeño también le gustaba la tierra, la arena mojada. Cuando era un bebé lo llevaban a la playa y ahí, tan redondo como solo se puede ser a los dos años, llenaba sus pequeñas manos de arena y sin contemplaciones se le partía la boca por la sal de mar. Había heredado el gusto de su padre, pero nunca alcanzó a coleccionar nada, nada que valiera realmente la pena para los ojos de los adultos, para los ojos de una vida que exige y exige sin dar nada a cambio. La vida es justa porque es injusta con todos, repetía y repetía Conrado, mientras las imágenes de su niño se desvanecían entre las cosas que habitaban los pliegues de sus recuerdos.
No era su único pasatiempo. Conrado sabía que nadie iba a querer tener en su casa unos plásticos negros que adentro solo tuvieran tierra. Tenía que buscar otros objetos que lo transportaran a ciertos momentos, a ciertos episodios de felicidad o de tristeza, daba igual, pero que fuera cierto, que fuera vida. Por eso siguió con las cajitas. Muchas cajitas de ciudades que alguna vez visitó: La Habana, París, Roma, Atenas, Florencia o Ámsterdam. Casi quince cajitas, mal repartidas por sus colores y formas, constituían su tesoro, su marca eterna. Todas formaban un círculo sobre un piano que no tocaba nadie. Él había sido músico alguna vez, hace mucho tiempo, en otra vida, antes de que pasara lo de Manuel y asumiera que esa pasión se había esfumado con él, que ya no valía la pena seguir intentando sacar melodías de esas teclas sucias. Estaban también los libros. Tomos y tomos llenos de polvo y un Diccionario de la Real Academia Española que le gustaba consultar de vez en cuando. Libros de medicina, libros de psicología, otros de poesía, su pasatiempo de la juventud y de la madurez. En esa biblioteca nada estaba escogido al azar y ambos habían sido cautelosos en sus elecciones, sobre todo él. Años de estudio y de pensar y de volver a estudiar para finalmente haber abandonado la profesión después de tanto y tanto. Y pensar que alguna vez creyó que servía para eso, que servía para escuchar, para intuir, para descifrar al otro a través de muecas de sonrisas. “Usted va a ser un gran psicólogo”, le dijo un profesor de la facultad cuando recién empezaba esa carrera que sus abuelos no miraron muy bien. “Estudia medicina, Conrado, lo otro déjaselo a los locos”, había dicho el tata Eugenio. No le hizo caso. Nunca le hizo caso a nadie. Estaba en su sangre y la sangre, a veces, tira.
El piso de la calle Tremps era de madera y estaba cubierto de polvo. Una vez cada tres meses sacudía un poco, le pasaba un paño a la mesa y dejaba que el ruido de la aspiradora acabara con todo. Tampoco hacía la cama. Las sábanas siempre amanecían en el suelo o enrolladas en su cuello, asfixiándolo. De vez en cuando se despertaba jadeando, ahogado, asustado. “Puedes controlarlo”, pensaba él. “No son esas crisis. No son esas crisis. Mueve el dedo pequeño del pie, ahora los otros. De a poco, cada vez más fuerte. Aún puedes mover el cuerpo, los labios. ¿Puedes hablar? No te ahogues en la parálisis. Son solo dos minutos. Ese tiempo ya pasó, esos miedos ya no existen. Todo eso, lo que creías conocer de ti, fue hace mucho tiempo cuando aún estaba ella y te miraba con cara de asco”.
El olor del departamento se sentía muchos metros más allá de donde comenzaba la vida de ese psicólogo sin pacientes. Olor a aceite caliente, a sopa recién hecha, a carne quemada, a humedad, a ventanas cerradas. O se le pasaba la sal o se le quedaba prendido el horno. La comida en el refrigerador se vencía y las bolsas de basura se acumulaban en un rincón de la entrada. Era lo más chico y lo más sucio de esos ochenta metros cuadrados. El resto parecía de memoria: su habitación, los dos armarios empotrados, el televisor negro de veinte pulgadas, la máquina de escribir que no funcionaba hace quince años, los tres platos blancos de la abuela Julia pegados a la pared, la cámara fotográfica que había comprado en un mercadillo en un viaje a Dublín cuando tenía veinticinco años y las lámparas altas de peltre, que se mantenían en su familia y se traspasaban intactas y relucientes de generación en generación.
Y a pesar de todo, del gato negro que se metía en el departamento cada vez que se le olvidaba cerrar la ventana del baño, de las dos moscas y las tres polillas que no podía sacar de la pieza y de la ropa recién salida de la lavadora que quedaba colgada durante semanas en el tendedero que ponía en el living porque nadie lo iba a ver, le gustaba su hogar. Era el único lugar donde había vivido solo. Antes lo hizo con su madre, con sus abuelos y después de ellos con Laura. Por primera vez tenía su espacio y su silencio.
Por eso no era raro que, como una regla mal armada, Conrado esperara y mirara el techo y volviera a esperar mientras escuchaba cómo esa mujer pasaba por la cocina a tomar un poco de agua e iba al baño. Después venía el ruido de la cadena, los tacos otra vez y el silencio hasta el día siguiente al mediodía cuando volvía a levantarse. Siempre golpeando el suelo, siempre haciéndose sentir.

Oxímoron, 2016

 

 

Montserrat Martorell lanzó nueva novela

 

Compilación realizada por Lorena Lacaille.

Belivacqua y Chamorro al servicio de Lorenzo Silva

Lorenzo Manuel Silva Amador (Madrid, 7 de junio de 1966) es un escritor español conocido especialmente por sus novelas policiacas que protagonizan los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro. Nació en el barrio madrileño de Cuatro Vientos, estudió Derecho en la Universidad Complutense de Madrid y ejerció como abogado de empresa desde el año 1992 hasta 2002.

Ha escrito numerosos relatos, artículos y ensayos literarios, así como varias novelas, que le han valido reconocimiento internacional. Una de ellas, El alquimista impaciente, obtuvo el Premio Nadal del año 2000. Esta es la segunda en la que aparecen los que quizá sean sus personajes más conocidos: la pareja de la Guardia Civil formada por el brigada Rubén Bevilacqua y la sargento (en la última novela) Virginia Chamorro.

Otra de sus obras, La flaqueza del bolchevique, fue finalista del Premio Nadal 1997 y ha sido adaptada al cinepor el director Manuel Martín Cuenca. Ganador del Premio Planeta 2012 con la novela La marca del meridiano.

Además de sus novelas policiacas, Silva tiene numerosos libros de no ficción, así como obras destinadas a jóvenes.

 

Donde los escorpiones

Vuelve el guardia más famoso y querido de la literatura y la novela negra: el subteniente Bevilacqua, con su primer caso fuera del territorio español, en el que viajará para investigar un asesinato en la base española de Afganistán.

Madrid, julio de 2014. Pasados los cincuenta, y ya con más pasado que futuro, el subteniente Bevilacqua, veterano investigador de homicidios de la unidad central de la Guardia Civil, recibe una llamada del responsable de operaciones internacionales. Se reclama su presencia inmediata a 6.000 kilómetros de allí, en la base española de Herat, en Afganistán.
Un militar español destinado en la base ha aparecido degollado, y, junto a él, el arma del delito: una hoz plegable de las usadas por los afganos para cortar la amapola de la que se extrae la droga que representa la principal fuente de riqueza del país.
¿Se trata del atentado de un talibán infiltrado? Podría ser, pero también que la muerte tuviera otro origen, porque el ataque no reviste la forma clásica de esa clase de acciones, sino que hace pensar en algún motivo personal.
La misión de Bevilacqua y los suyos no es otra que tratar de desenmascarar a un asesino que forzosamente ha de ser un habitante de ese espacio cerrado. Sus pesquisas, bajo el tórrido y polvoriento verano afgano, les llevarán a conocer a peculiares personajes y a adentrarse en la biografía del muerto, un veterano de misiones bélicas en el exterior que guarda más de un cadáver en el armario, para llegar a un desenlace inesperado y desconcertante.

 

 

Novela

  • Noviembre sin violetas (1995, ediciones Libertarias; 2000, Destino)
  • La sustancia interior (1996, Huerga & Fierro; 1999, Destino)
  • La flaqueza del bolchevique, Trilogía de la nostalgia 1 (1997, Destino), finalista del Premio Nadal.
  • Algún día, cuando pueda llevarte a Varsovia (1997)
  • El ángel oculto, Trilogía de la nostalgia 2 (1999, Destino)
  • El urinario, Trilogía de la nostalgia 3 (1999, Pre-Textos; 2007, Destino)
  • El nombre de los nuestros (2001, Destino)
  • La isla del fin de la suerte (2001, Círculo de Lectores)
  • Carta blanca (2004, Espasa), Premio Primavera de Novela
  • Muerte en el «reality show» (2007, Rey Lear)
  • El blog del inquisidor (2008, Destino)
  • Niños feroces (2011, Destino)
  • Música para feos (2015, Destino)
  • Nada sucio (2016, Menoscuarto), coescrito con su esposa, Noemí Trujillo
  • Recordarán tu nombre (2017, Destino)

Serie Bevilacqua y Chamorro

Libro de relatos

  • El déspota adolescente (2003, Destino)
  • El hombre que destruía las ilusiones de los niños (2013, ediciones Tagus)
  • Historia de una piltrafa y otros cuentos crueles (2014, Ediciones Turpial)
  • Todo por amor y otros relatos criminales (2016, Destino)

No ficción

  • Viajes escritos y escritos viajeros (2000, Anaya)
  • Del Rif al Yebala. Viaje al sueño y la pesadilla de Marruecos (2001, Destino)
  • Líneas de sombra. Historias de criminales y policías (2005, Destino)
  • En tierra extraña, en tierra propia. Anotaciones de viaje (2006, La esfera de los libros)
  • Y al final, la guerra. La aventura de los soldados españoles en Irak (2006, La esfera de los libros, coescrito junto a Luis Miguel Francisco)
  • El Derecho en la obra de Kafka (2008, Rey Lear)
  • La flaqueza del bolchevique (2008, Lagartos de Cine, coescrito junto a Manuel Martín Cuenca). Guion cinematográfico y otros textos.
  • Sereno en el peligro. La aventura histórica de la Guardia Civil (2010, Algaba-Edaf). Premio Algaba
  • Tres mil metros en la noche. Vidas Zip 1 (2009-2010) (2011, Destino), sólo en ebook
  • El misterio y la voz (2011, Destino), sólo en ebook
  • Los trabajos y los días (2012, Libros.com – obra editada a través de crowdfunding)
  • Todo suena (2012, Clínica Universidad de Navarra)
  • Siete ciudades en África: Historia del Marruecos español (2013, Fundación José Manuel Lara)

Narrativa infantil y juvenil

  • Algún día, cuando pueda llevarte a Varsovia (1997, Anaya)
  • El cazador del desierto (1998, Anaya)
  • La lluvia de París (2000, Anaya)
  • Laura y el corazón de las cosas (2002, Destino)
  • Los amores lunáticos (2002, Anaya)
  • Pablo y los malos (2006, Destino, coescrito junto a Violeta Monreal)
  • La isla del tesoro (de R. L. Stevenson) (2007, Edaf, adaptación)
  • Mi primer libro sobre Albéniz (2008, Anaya)
  • Albéniz, el pianista aventurero (2008, Anaya)
  • El videojuego al revés (2009, ed. San Pablo)
  • Suad (2013, ed. San Pablo, coescrito junto a Noemí Trujillo)

Lorenzo Silva: «Tengo cuero de caimán ante las críticas»

 

 

Compilación realizada por Lorena Lacaille.