«Encuentra tu elemento»: Ken Robinson y Lou Aronica

 

Las herramientas para que el lector encuentre su propio Elemento

El Elemento, el imprescindible libro de Ken Robinson, abrió a millones lectores en todo el mundo una nueva perspectiva acerca de la realización personal al unir el talento natural de cada individuo con sus pasiones personales.

Ken Robinson propone ahora una pauta práctica que continúa el camino abierto por su libro anterior. Encuentra tu Elemento es la guía, tanto tiempo esperada, que ayudará a los lectores a encontrar su propio Elemento, y da respuesta a preguntas como:

¿Cómo puedo averiguar cuáles son mis talentos y mis pasiones?

¿Qué sucede si me gusta algo para lo que no sirvo?

¿Qué debo hacer si soy bueno en algo que no me gusta?

¿Qué ocurre si no puedo vivir de mi Elemento?

¿Cómo puedo ayudar a mis hijos a encontrar su Elemento?

Encuentra tu Elemento llega en un momento crítico cuando los retos de la economía, la educación y el medio ambiente requieren de nuestros talentos y pasiones más que nunca. Tal como Robinson escribe en el prólogo, no importa dónde estés, ni a qué te dediques, ni tu edad. Si estás buscando tu Elemento, este libro es para ti.

 

Nota: el vídeo dura 55 minutos, pero creanme que no van a arrepentirse, vale mucha la pena verlo y escuchar a Ken Robinson, por algo es de los mejores conferencistas del mundo.

Ken Robinson – Cómo Encontrar La Pasión (Finding Your Element)

 

 

Compilación realizada por:Lorena Lacaille, escritora,traductora, metafísica, especialista en Feng shui y terapeuta en EFT (Técnicas de Liberación Emocional).

El mejor escritor cómico del mundo: S.J.Perelman

Decía que, de joven, se quedó casi ciego por toda la porquería que leyó. «Lo peor jamás pensado y dicho por el hombre –explicaba–. Combinado con mis estudios de latín y griego, produjo unos resultados más que dudosos». Con esas credenciales se estrenó en esto de la escritura en su revista universitaria, componiendo viñetas cómicas. Pero pronto se le quedaron cortas, o más bien las leyendas de los dibujos se hacían cada vez más largas, y se pasó a los cuentos. Escribiría hasta 560 relatos recogidos en 23 colecciones, once guiones de cine –ganó un Oscar– y cuatro de televisión.

S. J. Perelman (Nueva York, 1904-1979) fue «el escritor más gracioso de América», según Tom Wolfe; incluso el «ser humano más gracioso del mundo», a juicio de Woody Allen. El eslabón necesario entre el cineasta, que tiene a Perelman como su gran referente, y Groucho Marx, con quien trabajó en dos películas y que en la cita promocional de una de sus antologías escribió: «Desde el momento en que cogí el libro hasta que lo dejé, me invadió una risa incontenible. Algún día tengo intención de leerlo».

El autor humorístico más célebre de la edad de oro de las letras estadounidenses se tomaba muy en serio su trabajo. Se consideraba un escritor, en todo caso un escritor cómico, pero nunca un humorista. En el trato personal no era especialmente divertido: se mostraba reservado, rehuía la risa fácil y, ya fuera por timidez o por los episodios de depresión que atravesaba de tanto en tanto, rara vez se lanzaba a contar chistes en presencia de extraños. Las críticas le afectaban más de la cuenta, y durante la primera mitad de su vida arrastró cierto sentimiento de fracaso por tardar tanto en conocer el éxito.

Pese a su enorme producción artística, Perelman escribía despacio, muy despacio. Seis días a la semana, de diez de la mañana a seis de la tarde, se sentaba a pelearse con la precisión de las palabras. Quedaba tan lleno de barro cuando escribía, dijo en una entrevista, que releerse le parecía algo repugnante. Al parecer, una vez le llamaron al teléfono mientras pulía una frase, y Perelman prometió devolver la llamada cuando acabara. Tardó un día en hacerlo.

Esta anécdota la cuenta Didac Aparicio en el excelente prólogo de «Perelmanía». La calidad de los textos introductorios del editor de Contra ya son marca de la casa, y con este libro sigue adelante en su empeño de publicar la obra de autores yanquis que por alguna extraña razón no habían llegado a España. Perelmanía es una divertida antología de los mejores relatos del autor neoyorquino, disponibles por primera vez en castellano. Cuarenta y dos textos escritos a lo largo de cinco décadas, la mayoría de ellos rescatados del inagotable archivo de The «New Yorker», la revista de cabecera de Perelman. En ella firmó 278 piezas cómicas.

Las fuentes de su humor se encuentran en anécdotas leídas al vuelo en revistas del corazón o de sociedad, o en la literatura pulp; motivos que al escritor le servían como punto de partida de sus feroces sátiras de la sociedad norteamericana y de sus costumbres, que, bajo la luz de su humor, se revelaban absurdas y pueriles.
Perelman fue, además de un genuino neoyorquino de refinamiento dandi y algo esnob, un incansable viajero que dio la vuelta al mundo varias veces. Le debemos, también, parte del humor de los hermanos Marx, para quienes escribió dos de sus más celebradas películas: Pistoleros de agua dulce (1931) y Plumas de caballo (1932). En 1956, ganó un Oscar por el guion de La vuelta al mundo en ochenta días.

Esta antología quiere reivindicar una de las voces más originales de la narrativa breve en lengua inglesa que apenas había sido traducida a nuestro idioma.

No es un libro fácil de leer, y mucho menos de traducir, pues no se puede decir que el aterrizaje en ese universo desprovisto de sentido común, hiperbólico, sea plácido. Ni navegar por esa prosa tan barroca, tan forzada, a veces tan elitista y otras tan informal. Para Perelman, «el principal mérito del humor es el uso de lo inesperado, las referencias indirectas, quitarle importancia a la grandilocuencia, esa asunción constante de lo impotente que es uno en la mayoría de las situaciones». Los títulos de los relatos de Perelman dan una idea de su propuesta narrativa: «Para mí lo eres todo, más impuestos municipales» y «¡Habrase visto! ¿De dónde han salido ese par de zánganas con curvas de guitarra?» son dos buenos ejemplos. Menudos sudores debió pasar David Paradela para traducir esa batería de ocurrencias. Y, sin embargo, qué necesario era poder leer estas historias de judíos, hipocondriacos y urbanitas desorientados.

 

«S. J. Perelman es el ser humano más gracioso del mundo, en cualquier medio. Ningún escritor actual iguala a Perelman en talento cómico, delirante inventiva, erudita habilidad narrativa y deslumbrantes y originales diálogos.»

Woody Allen

«Desde el principio al final de su carrera, Perelman fue capaz de ser el escritor más gracioso de América.»

Tom Wolfe

«No se me ocurre ningún escritor de humor que tuviera un vocabulario más rico e ingenioso que S. J. Perelman; y muy pocos escritores serios.»

John Updike

«Fue un extraordinario maestro del lenguaje.»

Kurt Vonnegut

«S. J. Perelman debería ser declarado un tesoro nacional viviente.»

Eudora Welty

«S. J. Perelman fue el escritor cómico más brillante de su generación.»

Bill Bryson

«El escritor más gracioso desde… él mismo.»

Gore Vidal

«El más original y gracioso estilista de la prosa humorística del siglo XX.»

Frank Muir en The Oxford Book of Humorous Prose

«Sid es como un órgano Roxy con tres teclados, cincuenta registros y una miríada de pedales bajo la banqueta. Cuando quiere una palabra, ahí está.»

E. B. White

 

 

 

 

Compilación realizada por: Lorena Lacaille escritora, especialista en Feng Shui y terapeuta en EFT (técnicas de liberación emocional)

El puente Fú, el camino hacia la prosperidad…

 

Es con gran alegría que les anuncio que la primera re-edición de mi libro: El puente Fú, el camino hacia la prosperidad, ya esta a la venta. Lo pueden adquirir en las tiendas electrónicas siguientes: IBooks, Kobo, Google books, Barnes&Nobles y próximamente en muchas más. Por el momento, esta edición sólo esta disponible en ebook, la cual contiene mucho más información, imágenes a color y nuevos ejercicios que les ayudaran en su crecimiento espiritual y personal.

Con el mismo entusiasmo, les cuento que por ahora estoy dedicada al cien por ciento a escribir sobre la espiritualidad, que de hecho, fue así como me inicié en la escritura, con mi novela iniciática: «El despertar de Ana», la cual me llevo por un viaje espiritual que marcó un antes y después en mi vida, un verdadero parteaguas. Y ahora con mayor fuerza, El puente Fú me ha señalado de nuevo el camino de regreso a mis origenes, a mi verdadera vocación. Esta re-edición marca un nuevo renacimiento en mi trabajo como escritora, que me inunda de una inmensa felicidad, me siento con mucha paz y con las energías renovadas, y todos estos bellos sentimientos me impulsan y  catapultan mi creatividad para dar lo mejor de mi en mis próximos proyectos.

Finalmente, sólo me resta desearles que tengan una amena y provechosa lectura y no dejen de trasmitirme sus impresiones, sus comentarios o sus sugerencias a través de mis redes sociales o blogs:
https://www.facebook.com/LorenaLacaille/
https://plus.google.com/u/0/103585995868688945247
https://lorenalopezchavez.wordpress.com
https://mundometafisico.wordpress.com
y a la brevedad posible les contestaré.

 

 

Sinopsis

“El puente Fú”, es el resultado de siete años de trabajo espiritual en los que la autora ha adquirido diversos conocimientos y experiencias que ha compilado de una manera precisa y con un lenguaje claro y accesible a todos.

 

En la tradición china el símbolo significa prosperidad y buena suerte, y en las fiestas del año nuevo chino suelen pegar imágenes de este símbolo para atraer las energías positivas para una vida más dichosa y un futuro mejor. De ahí que la autora decidiera llamarle a este libro El puente Fú, el camino hacia la prosperidad. Ya que en efecto, entre la información, las diversas técnicas de bienestar y los ejercicios que ella propone, llevaran al lector a tener la vida que siempre ha soñado: vivir como un ser humano pleno, en armonía con su entorno y en total abundancia.

Entre los temas que aborda el libro encontrará: los mantras, los sonidos mágico-espirituales que curan y transforman. ¿Qué es el Concepto Inmaculado? Crea tu libro alquímico-mágico, los ingredientes secretos de la pócima del éxito según Hércules, utiliza a tu favor el gran Secreto:«La Ley de la atracción». Esto y más aprenderá para impulsarlo y mantenerlo firme en la lucha diaria por la realización de sus sueños.

El puente es una guía holística que no debe faltar en su biblioteca personal.

 

Da click en el siguiente link y cómpralo en la tienda de tu preferencia: http://osmora.com/libreria/ebook/el-puente-fu

Lorena Lacaille escritora,metafísica, especialista en Feng Shui y terapeuta en EFT (técnicas de liberación emocional)

 

 

La prosa de Fernanda Torres: «Melancólica, reflexiva, divertida y profundamente humana.

Fernanda Torres. Actriz de cine, teatro y televisión, el público carioca ya se había acostumbrado en los últimos años, además, a leer las opiniones de esta mujer polifacética en la prensa local, en Diario Folha de San Paulo, Veja Rio o en la revista Piauí.

 

Su salto a la literatura parecía la prolongación natural de este impulso narrativo y se produce con Sete anhos su primer libro; una recopilación de crónicas de su profesión y vida. De ahí, el salto a la ficción no se ha hecho esperar.

Alfaguara acaba de traducir y publicar su primera novela que lleva por título una palabra (en este caso) nada premonitoria: FIN.

La novela se centra en la historia de cinco amigos de Rio de Janeiro que se reúnen y recuerdan momentos memorables de sus vidas: juventud, amistades, sexo, frustraciones, fiestas, amores, miedos, soledad… vida.

«Juventud, amistades, sexo, frustraciones, fiestas, amores, miedos, soledad… vida.»

Álvaro, Silvio, Ribeiro, Neto, Ciro, van desgranando de esta manera su paso por el mundo y el trascurrir del tiempo, y esto le sirve a la autora para llevar al lector por un trozo del camino de la historia reciente (años 70 y 80) de Brasil.

Melancólica, reflexiva, divertida y profundamente humana, esta novela que narra, a través de cinco historias cotidianas, el final de cinco vidas elegidas a azar, proporciona al lector una visión poliédrica y madura de un país famoso en el mundo entero por ser el símbolo superficial de la fiesta, las playas interminables y las muchachas de cuerpos dorados por el sol.

«Melancólica, reflexiva, divertida y profundamente humana.»

Todo ello, inevitablemente, está descrito en esta novela, pero cubierto por el velo suave de la melancolía inteligente. Hay en esta historia, en la forma de afrontar la complejidad del tema, un juego de contrastes intensos que, tal vez, sólo pueda darse en Fernanda Torres, acostumbrada a vivir y trabajar encarnando otras vidas y otros personajes.

Fin, de Fernanda TorresSea como fuere, esta actriz ahora también escritora, ha sido capaz de contar una historia con humor pero sin superficialidad; con complejidad pero sin afectación; con la densidad que requiere el recorrer cinco vidas que se dirigen hacia el fin, pero sin abandonar la alegría de vivir.

_______

Autora: Fernanda Torres TítuloFin. Editorial: Alfaguara.

 

Fernanda Torres nació en Río de Janeiro en 1965. Actriz y escritora, tiene tras de sí una exitosa carrera de más de treinta y cinco años en el teatro, el cine y la televisión. Recibió en 1986 el Premio a la Mejor Actriz del Festival de Cannes por su actuación en la película Eu sei que vou te amar. Es columnista de Folha de S. Paulo, Veja-Rio y colaboradora de la revista piauí. Fin ha tenido un resonante éxito de ventas y de crítica y va a ser publicada en varios países. En 2014 publicó Sete anos, un libro que contiene sus mejores crónicas.

 

Compilación realizada por Lorena Lacaille.

 

 

 

La locura del solucionismo tecnológico: Evgeny Morozov «el hereje digital».

En su nuevo libro, ‘La locura del solucionismo tecnológico’ (Clave Intelectual, 2015), el intelectual bielorruso carga contra los peligros de Internet y el discurso tecnoutópico

Hubo un tiempo en que Evgeny Morozov creyó en la revolución digital. Confió en el poder emancipador de la Red, en la abolición de las viejas jerarquías, en la emergencia de un paraíso horizontal más justo, en unas nuevas tecnologías capaces de alumbrar un mundo mejor. Le duró poco la fiebre. Fue a mediados de la década de los años 2000, en los días en que vio cómo los blogs y los mensajes de texto espoleaban la revolución naranjade Ucrania y el ­crowdfunding avivaba la campaña del candidato demócrata norteamericano Howard Dean. Poco tardó en darse cuenta de que las nuevas herramientas tecnológicas también podían ser usadas por los Gobiernos para vigilar, generar propaganda y manipular la conversación en las redes. Fruto de estas reflexiones fue El desengaño de Internet (Destino, 2012), libro en el que se mostraba escéptico sobre la capacidad de las redes de ser instrumento de cambio político. Un escepticismo que se expande en su nuevo libro, La locura del solucionismo ­tecnológico (Clave Intelectual, 2015).

Morozov se come un bocadillo en una sala de reuniones del Waterfront Congress Center de Estocolmo, ubicado junto a la estación central de la capital sueca. Acaba de pronunciar una de sus provocadoras conferencias en el Internetdagarna, evento tecnológico anual, y no le ha dado tiempo ni a comer. Vestido de negro de la cabeza a los pies, se muestra como un entrevistado rápido, prolijo. Su análisis de la tecnología ha despegado y se ha convertido en un discurso político con vocación transformadora.

Existe una narrativa, muy extendida, sobre la idea de compartir en Internet; las empresas tecnológicas nos invitan a hacerlo constantemente. ¿Diría que como consecuencia de ello compartimos más? Silicon Valley hizo una especie de alianza en los setenta con intelectuales. Siempre habrá gente, a los que llamaré idiotas útiles, que intentarán capturar el zeitgeist [espíritu de la época]. Habrá libros, conferencias y charlas para que esos intelectuales puedan hacer de portavoces de la causa. Silicon Valley promueve mininarrativas. Nos habla de la web 2.0 y, cuando se agota, habla del Internet de las cosas, de la economía colaborativa… Identifican pequeños fragmentos, ocupan el debate durante dos años y luego salen con una nueva historia. No hay mucho contenido en esas narrativas. He trabajado durante suficiente tiempo en esto como para decir que son tonterías. Después de la economía colaborativa vendrá la economía solidaria, de los cuidados. Lo que nos dicen estas empresas es falso. Cuando voy por ahí diciendo que para entender a Silicon Valley hay que mirar a Wall Street, al Pentágono, a las finanzas, a la geopolítica o al imperialismo, les resulta incómodo escucharlo porque prefieren hablar de los fondos de capital riesgo, de los emprendedores, del garaje de Steve Jobs, del LSD…

Esos dispositivos que usamos, llamados inteligentes, ¿nos pueden convertir en más estúpidos? Hay que impugnar la palabra inteligente. Me gusta aplicar una perspectiva histórica. Muchos de los dispositivos inteligentes que nos rodean reflejan intereses y compromisos de la gente que los fabrica o configura. El motivo por el que la gente comprueba una y otra vez su Facebook o Twitter en el teléfono es que los sistemas han sido diseñados para crear esas dependencias. El modelo de negocio de este tipo de servicios es así. Cuantos más clics hago, más valioso soy; ocurre, casi, como con el condicionamiento de Pavlov. Cuantos más clics míos consiguen, más dinero hacen conmigo, lo que hace que diseñen los servicios para maximizar esos clics. Yo tengo una perspectiva cínica, banal y racional de que el dinero es lo que rige el mundo. Y eso explica el modo en que se conciben los servicios. ¿Que ese sistema nos distrae y dificulta que nos centremos? Por supuesto. ¿Es un problema de los dispositivos inteligentes? No. Es cuestión del modelo de negocio. Me niego a creer que no haya otra manera de generar comunicación entre la gente sin generar distracción. Sería la derrota final de la imaginación. Debemos ser capaces de soñar y pensar en términos que no estén definidos por Silicon Valley. Para mí, en este punto, las empresas de tecnología son como las cadenas de comida rápida, las casas de apuestas o los casinos: crean y manufacturan una adicción que luego tiene unas consecuencias. En el caso de las tecnológicas, la distracción.

Las empresas de tecnología crean una adicción que genera distracción”

La directora de operaciones de Facebook, Sheryl Sandberg, dice que Facebook nos ayuda a expresar nuestro auténtico yo. Esta plataforma probablemente cambia el modo en que nos percibimos a nosotros mismos o cómo nos construimos, ¿qué opina?Facebook es un servicio que se basa en hacernos sentir ansiosos, sobre nosotros, nuestros amigos, nuestro lugar en la sociedad. La gente invierte mucha energía en actualizar la información, la ansiedad es la moneda que lo rige. En este sentido, está claro que tu ser en Facebook afecta a cómo te concibes a ti mismo, cómo ves tu relación con los amigos, cómo te presentas ante otros…

¿Quiere decir que cuanto más lo usa uno, más ansioso es? No digo que sea una relación lineal, aunque probablemente podría ser así. Debe de haber un momento en que se llegue a una meseta de ansiedad y, en ese punto, te medicas, te suicidas o te calmas [risas]. Es la psicopatología del hipercapitalismo.

¿En qué consiste la psicopatología del hipercapitalismo? ¡Es una explotación de tus más queridas e íntimas relaciones! Tu ­amistad con otras personas para beneficio de una gigantesca compañía norteamericana. Con Facebook es menos visible. Ni siquiera concebimos que sea posible organizar un proyecto de resistencia a estas empresas. Atacar a Facebook ahora es atacar al capitalismo más avanzado. Frente a los que propondrían un cambio en el algoritmo de Facebook, yo soy más drástico: yo construiría una alternativa a Facebook con dinero ­público en vez de aceptar que la única manera de organizar las comunicaciones es a través de esta firma.

En ese afán de Silicon Valley de intentar solucionar cada problema al que se enfrenta el ser humano, parece que Whats­App intentara buscar una solución para nuestra soledad. Silicon Valley te venderá cualquier cosa que le permita hacer dinero. Si es con la soledad, te venderá herramientas para hacer dinero con tu soledad. Pocas cosas, hoy en día, no están sujetas al mercantilismo. Silicon Valley crea problemas con una mano que intenta solucionar con la otra vendiéndonos nuevos productos.

A menudo le han calificado de tecnoescéptico o tecnófobo. Pero lo que usted dice en su nuevo libro es que es un hereje digital. Sí, usé ese término. Era un modo de posicionarme frente a los debates contemporáneos sobre Silicon Valley. Lo cierto es que si por hereje se entiende a alguien que dice cosas que son peligrosas, subversivas y que van contra la corriente del debate, soy un hereje, aunque solo sea por naturaleza sociológica. Pero mi herejía se ha extendido a otros temas; ya no soy un hereje digital, ahora estoy más confortable siéndolo en la política y la economía.

Su discurso en los últimos tiempos está muy orientado hacia la cuestión de los datos. ¿Qué es lo que hace que el debate en torno a este asunto sea para usted crucial? Estamos en una era en que los datos son algo en torno a lo que emergen nuevos modelos de negocio y nuevas formas de explotación.

Pero la gente, en general, no parece excesivamente preocupada por ceder sus datos. Lo importante es identificar los puntos de explotación, aunque esta se haga de manera que resulte placentera.

¿Google y Facebook nos están explotando?Explotan los datos que generamos para hacer dinero con ellos; lo cual tiene muchas otras consecuencias, como el modo en que esto facilita la vigilancia. Para mí, básicamente, Google quiere ser el nuevo Estado del bienestar y el nuevo partido político. Quieren reunir tantos datos como puedan. Y, proactivamente, luchan contra las enfermedades; proactivamente, quieren que estés más sano; proactivamente, quieren que aprendas cosas que no habrías aprendido de ningún otro modo; generan tiempo libre para ti y solo tendrás acceso a él si usas su sistema. En ese sentido, se convierten en el vehículo a través del cual se genera un tipo de movilidad social o de avance. Mi miedo es que ya no haya marcha atrás. Ellos poseen la infraestructura, tienen los datos. Y si se quiere poner en marcha un servicio alternativo, será complicado.

Evgeny Morozov
El intelectual bielorruso Evgeny Morozov. 

¿Qué es lo que se hace con nuestros datos? En las últimas cinco décadas, los datos se han convertido en una de las más preciadas mercancías. Tu seguro quiere saber qué posibilidades tienes de enfermar; tu banco quiere saber qué probabilidades tienes de no pagar tu hipoteca. Hay un mercado gigante de la venta de datos, no solo de tipo digital: si no miras lo que firmas cuando ofreces datos, es más que posible que acaben siendo agregados en una base administrada por un puñado de firmas norteamericanas.

¿Y qué es lo que se debería hacer con ellos? Hay tres opciones. Una es el statu quo: que un par de monopolios, Google y Facebook, continúen recopilando aún más información sobre nuestra vida para que pueda ser integrada en dispositivos inteligentes: mesas inteligentes, termostatos inteligentes; cualquier cosa que tenga un sensor generará un dato. Google Now es el paradigma de un sistema que intenta hacer acopio de todos esos datos para hacer predicciones y darte ideas. Si sabe que vas a volar te recuerda que hagas el check in, te dice el tiempo que te va a hacer, como un asistente virtual. Es el discurso de Google en términos de movilidad social: dar a los pobres los servicios que los ricos ya reciben.

¿Cuáles son las otras opciones? La segunda es seguir a los disruptores. Hay compañías que chupan nuestros datos y los convierten en dinero. Una solución es que cada cual capture sus propios datos y los integre en un perfil, dando acceso a quien quiera y cobrando por ello. De ese modo, uno se convierte en un empresario. Y la tercera opción aún no está muy articulada, pero debería ser perseguida. Los datos, en un buen marco político, económico y legal, pueden llevarnos a servicios fantásticos. El único futuro del transporte público es una combinación de datos, algoritmos y sensores que determinan dónde está la gente y adónde quiere ir.

¿Y de quién serían los datos en este caso? Habría que oponerse a que el paradigma de la propiedad privada se extienda a los datos. Ha habido esfuerzos de comercializar hasta el aire, y hay que oponerse. Los datos, sin la capacidad de analizarlos, no son gran cosa. Hoy en día solo algunas grandes empresas son capaces de estudiarlos. Esa información debería estar bajo un control público, que no significa un control del Estado, sino de los ciudadanos. La reciente fascinación en Europa por esa idea del común, que no tiene nada que ver con la de los comunes, es un marco sano. La gente podría ceder esos datos voluntariamente, pero siendo propietaria de estos.

Esta es una postura política, ¿qué es lo que le interesa del común? Mi propio cambio político y filosófico de los últimos años ha ocurrido porque de pronto resultó obvio para mí que no puedes ganar batallas a Silicon Valley de modo disperso. Puedo escribir una reseña al día, pelearme con esta gente en Twitter, y eso no cambia nada. La única manera de cambiar las cosas es empotrarte en los procesos políticos y económicos que pueden cambiar las cosas de verdad. Para mí significa que tengo que adoptar una posición realista y sobria sobre lo que es posible alrededor de los que intentan impugnar lo que Silicon Valley, Washington, Wall Street y el Pentágono intentan en el globo.

¿Y qué es lo que están intentando hacer? Dinero. Tengo una explicación de cómo funciona todo: un puñado de empresas marcan el tempo y el ritmo al que funciona el mundo. Son las que influyen en los textos que se están aprobando de los tratados transatlánticos que están a punto de firmarse en Europa y Estados Unidos. Esos tratados están redactados para proteger a las empresas y no a los ciudadanos. En este sentido, soy cínico, o realista, acerca de cómo está distribuido el poder en el mundo en estos días. A Google y Facebook les gustaría expandirse a otras zonas del globo para acumular más usuarios, más datos, venderles más anuncios. Pero es muy difícil que haya gente que haga una lectura política de Google y Facebook porque los ven o como inofensivos e inocentes, o como heraldos del poscapitalismo, o como plataformas para evitar la hegemonía de los medios. Facebook es bueno, piensa la gente, porque nos permite enviar mensajes al margen del dominio de los periódicos y televisiones. Incluso los movimientos políticos que intentan desafiar la dominación de la ideología neoliberal en estos días no pueden hacer una lectura sobria de Silicon Valley.

Evgeny Morozov

Ha experimentado un gran cambio físico en los últimos dos años. Ha perdido 40 kilos. Cuando se mudó de Palo Alto a Boston, cambió de hábitos, empezó a hacer ejercicio y dejó de comer carne. Nacido en Soligorsk, Bielorrusia, en 1984, en una familia que trabajaba en las minas de potasio locales, se formó en la American University de Bulgaria, un centro de formación de líderes. Con sus estudios de Económicas y Administración de Empresas, hizo unas prácticas en JP Morgan antes de desviarse hacia las nuevas tecnologías y pronto vio la cara oculta del discurso tecnoutópico. Es autor de El desengaño de Internet (2012) y La locura del solucionismo tecnológico (Clave Intelectual, 2015).

¿Usted, en realidad, qué quiere cambiar?Yo quiero cambiar muchas cosas. El proyecto de oponerse al poder de las grandes empresas, que tradicionalmente ha sido una prerrogativa de la izquierda, ya no entiende cómo funciona el dominio hoy, porque no hacen un buen análisis de la tecnología, y no son capaces de construir o reclamar infraestructuras que han sido entregadas con las privatizaciones. Sin una lectura política adecuada de cómo encaja Silicon Valley en todo esto, no pueden oponerse al poder de las empresas. Si coges a Yanis Varoufakis, que, probablemente, es la cara de la oposición a la agenda neoliberal en Europa: es un gran tipo, con cosas interesantes que decir, pero ¿su comprensión de la dimensión tecnológica del proyecto neoliberal moderno?: cero. Tomemos Syriza, o Podemos, o muchos otros actores que intentan oponerse al capitalismo neoliberal hoy. Tienen un problema para comprender la que, para mí, es la característica más importante del capitalismo hoy en día: su naturaleza de fenómeno propulsado por las tecnologías digitales de la información.

Y entonces… La menos ambiciosa de mis tareas sería, al menos, poner estas cuestiones sobre la mesa para que puedan reflexionar sobre ellas quienes están oponiéndose al actual neoliberalismo comandado por las grandes empresas; conseguir que lo escuchen algunas personas que están inmersas en una gran confusión sobre el estado de las cosas actual, que ni siquiera discuten nada porque creen que la vieja división de la tribu de la izquierda ya pasó, que piensan que el capitalismo va a ser reemplazado por una economía colaborativa, una sociedad pospoder, muy horizontal…

No sé si este es un buen resumen, pero, escuchándole, parece que usted ahora cuestionara más el neoliberalismo que a Silicon Valley. Sí, es un buen resumen. Para mí Silicon Valley es un efecto, y no la causa, del neoliberalismo. Hay algunos cambios estructurales del capitalismo que están conectados con la tecnología. Sería incorrecto pensar que todos los demás factores que han dado forma al paisaje en el que se hace política se hayan vuelto obsoletos. Es importante tener clara la conexión de Silicon Valley con el Ejército norteamericano, que aún provee buena parte del dinero.

¿A Silicon Valley? A Silicon Valley, a las startups, la robótica, la biotecnología, el reconocimiento facial…

¿Y esto qué implica? Que el factor tradicional de análisis para explicar el mundo, que fue siempre la guerra, la militarización, no ha desaparecido. Silicon Valley actualmente representa a algunas fuerzas estructurales que fueron identificadas hace tiempo. La guerra, Wall Street… ¿De dónde viene todo ese dinero que se invierte en estúpidas startups? Es increíble ver que cualquiera que quiera crear una app en Silicon Valley pueda levantar 10 millones de dólares en una tarde. Hay que entender los cambios en la economía global. ¿Por qué se ha redirigido tanto dinero de la economía real, fábricas, inversiones en el sector productivo, hacia el capital financiero especulativo? Nuestros fondos de pensiones ya no se invierten en bonos del Estado seguros, sino en otros fondos que reinvierten en firmas de capital riesgo que reinvierten en startups. Se puede focalizar el análisis en Silicon Valley, pero hay que entender lo que lo hace posible.

Usted cursó estudios en una universidad con fundamentos ideológicos liberales, pero ¿influye de algún modo en su visión política el hecho de haber sido educado en Bielorrusia? Bielorrusia no influyó demasiado en mi educación política. Es un lugar de Europa interesante porque ha conseguido congelar el tiempo. No niego las violaciones de derechos humanos y la falta de libertad de expresión. Pero congelar el tiempo, como modo de impedir la toma neoliberal de la industria, es interesante, los historiadores lo estudiarán. En cualquier caso, mi visión no tiene nada que ver con el hecho de haber crecido en Bielorrusia. Soy de izquierdas, pero de la izquierda consciente de los peligros de la centralización del poder y de la inflexibilidad.

Y ya en otro orden de cosas, los atentados de Paríshan vuelto a despertar el viejo debate sobre los límites de la privacidad y los de la seguridad. ¿Cómo se sitúa ante esta cuestión? La evidencia empírica muestra que es muy difícil decir que las técnicas avanzadas de vigilancia implementadas en Europa y Norteamérica desde hace tiempo hayan dado frutos. No vemos pruebas que sugieran que la capacidad de los servicios de inteligencia de monitorizar las actividades de terroristas o sospechosos conocidos, de gente que ha estado en el radar de los trabajos de seguridad, con leyes ya bastante permisivas, haya conseguido gran cosa. Así que no tengo motivos para creer que vayan a ser más eficientes si van por ese camino.

elpaissemanal@elpais.es

 

 

 

Al final de este interesante ensayo, Evgeny Morozov dice que espera que en el futuro exista la «pequeña posibilidad de sostener un debate relevante sobre lo apropiado o no de las soluciones tecnológicas para determinado problema». Su premisa es, pues, bien clara: el «solucionismo» y lo que llama «internet-centrismo» son corrientes de opinión (y acción) que pretenden simplificar nuestra compleja realidad social aplicando soluciones extemporáneas —cuando no peligrosas— a problemas menores o inexistentes. Lejos de adoptar una postura tecnófoba, el autor reivindica el papel de los avances tecnológicos y su aplicación en nuestra vida cotidiana; sin embargo, se esfuerza en relativizar el papel destacado que tratan de otorgarles los geeks y gurús digitales.

Morozov comienza su argumentación hablando sobre la obsesión de los tecnólogos por eliminar lo que ellos consideran «imperfecciones» de nuestros hábitos o comportamientos diarios; pese a su afán «solucionista» (el subtítulo original del libro, To save everything, click here, refleja muy bien esto), la imperfección y la ambigüedad son elementos tan inherentes al desarrollo humano que en muchas ocasiones la respuesta tecnológica no hace sino pervertir los comportamientos y empobrecer la interacción. Por este motivo el autor toma prestado el término «solucionismo» del campo de la arquitectura para referirse a las soluciones atractivas y simples que se tratan de aplicar a problemas complejos y polémicos.

A lo largo del libro se toman como ejemplo multitud de proyectos, aplicaciones y empresas; quizá el crowdsourcing sea una de las actividades más controvertidas, en tanto deposita en el usuario/cliente/consumidor la responsabilidad (no solo económica, sino incluso moral) de «arreglar» aquello que no está bien. Morozov, con mucha ironía, lo tilda de «explotación digitalmente distribuida», mostrando así el cambio de foco que se produce cuando se observan los procesos digitales de colaboración masiva desde una óptica sociológica.

De igual modo se advierte de los peligros que implica la gamificacion y la ludificación aplicadas a los ámbitos sociopolíticos. Una y otra vez, merced a ejemplos extraídos de diversos campos, se advierten los riesgos que corremos como sociedad cuando introducimos comportamientos propios del juego (o, por extensión, del consumismo) en los dominios públicos, ya sean políticos o comunitarios. Los servicios que debe proporcionar un servicio público, o la política en general, no son los mismos que cabría esperar de un proyecto privado; la preocupación por el bien común no casa bien con el tipo de expectativas de (auto)satisfacción que se esperan de un juego.

Una de las críticas más coherentes y lúcidas del ensayo se dirige contra la «memeficación» de las noticias y la decadencia de los medios actuales. Siguiendo al experto en medios C. W. Anderson, Morozov distingue entre audiencias algorítmicas y audiencias deliberativas: las primeras son aquellas que reciben información en función de lo que se cree que puede interesar más, discriminando así posibles noticias relevantes frente a las que pueden ser más exitosas en términos de difusión; las audiencias deliberativas, por el contrario, eran interpeladas por el publicador/divulgador/periodista para que se involucraran en el debate, más allá del interés personal en los hechos (es decir: se buscaba un interés común, público).

El tema de la privacidad, la exposición y el autoseguimiento también se trata en varios epígrafes del texto. La persecución obsesiva por la máxima exposición y la omnipresencia en las redes son consecuencias insoslayables del prurito por afirmar la singularidad en un universo (el de las redes sociales) en el que parece que todos debemos aportar algo relevante y excepcional. La exposición masiva de nuestros datos personales es utilizada, obviamente, para generar dinero por las compañías que gestionan esa información; pero, además, asistimos a una banalización de la intimidad que minusvalora la importancia que puede llegar a tener el mantener ciertos aspectos de nuestra vida ocultos a ojos de los demás.

Por otro lado, la diferencia (sutil, pero importante) entre la preservación y el recuerdo es, en opinión de Morozov, más imprescindible que nunca; en sus propias palabras:

Cuando no se reflexiona sobre lo que debería preservarse, los registros […] pueden reducir la cantidad de cuestionamientos que nos hacemos acerca de la relativa importancia de los sucesos registrados; la enormidad del archivo tal vez esconda esa importancia.

En suma, Morozov opina (con toda la razón, a mi entender) que el futuro de las tecnologías no depende del modo de funcionamiento o desarrollo actual de internet, sino de cómo queremos que sean y se relacionen con las personas. El estado actual de cosas, y los usos que hacemos de la tecnología, no condiciona sus posibles cambios futuros; en nuestras manos está el hacer que internet, y la tecnología en general, sean lo que deseamos que sean.

Compilación realizada por Lorena Lacaille.

 

«La golondrina negra» de Sissel-Jo Gazan.

Quienes pensaron que la pujanza de la novela negra nórdica era flor de un día y que, tras la bomba Larsson, la ola acabaría por remitir se equivocaron de parte a parte. El último ejemplo es la danesa afincada en Berlín Sissel-Jo Gazan (1973) cuya novela publicada en 2013 y que ahora llega a España, obtuvo un gran éxito de ventas y crítica, alzándose con el prestigioso Readers Book Award. La golondrina negra es un thriller científico protagonizado por el detective Søren Marhauge en la segunda de sus aventuras.

Danesa con residencia en Berlín y doctora en biología reconvertida en escritora, Sissel-Jo Gazan regresa a las librerías españolas con nueva novela, «La golondrina negra», un thriller científico que en Dinamarca ha sido tan elogiado como premiado.

Un nuevo ejemplo de novela negra con pasaporte nórdico, un género en el que Sissel-Jo Gazan ha logrado despuntar en poco tiempo y con tan sólo dos novelas, hasta el extremo de ser comparada con grandes como Henning Mankell, Stieg Larsson, Jo Nesbo o Camila Lackberg.

Sissel-Jo Gazan (Dinamarca, 1973) se confiesa atrapada por tres pasiones, la ciencia, la ficción criminal y los secretos de familia, tres piezas que vuelven a encajar en el puzzle que es la trama de esta su segunda novela protagonizada por el detective Soren Marhauge, su criatura literaria.

Soren Marhauge, con la ayuda de su atractiva novia Anna Bella, una inteligente mujer que tiene mucho del carácter y la personalidad de Sissel-Jo Gazan, tiene que investigar en esta ocasión la muerte -aparentemente un suicidio- de Kristian Storm, un profesor de Inmunología de la Universidad de Copenhague, que aparece ahorcado en su despacho.

Junto al cadáver la policía encuentra una carta en la que Storm se declara culpable de deshonestidad científica, después de haber conocido en un viaje al África occidental un escándalo sobre programas inmunológicos desarrollados en países de la zona.

Pero ni al detective Marhauge ni a la joven científica que ayuda al profesor en sus investigaciones, Marie Skov, les acaban de convencer las circunstancias que rodean la muerte, que no creen sea un suicidio, por lo que deciden investigar.

«La golondrina negra», editada por Alfaguara, está basada en una historia real, después de que una doctora danesa relatara a la autora su experiencia personal, a raíz de una investigación sobre los efectos positivos y negativos que tienen algunas vacunas entre la población africana.

Una investigación que la Organización Mundial de la Salud (OMS) rehusó apoyar, poniendo en peligro que se pudiera seguir investigando.

Cinco años ha tardado Sissel-Jo Gazan en escribir lo que la crítica danesa ha calificado de novela «fascinante, brutal, elegante y compleja», que atrapa al lector desde su comienzo y que «se degusta -han llegado a escribir- como un helado en un caluroso día de verano».

Una historia «muy bien construida», con «mucho vigor y corazón», «ambiciosa y distinta», según se ha dicho en Dinamarca sobre esta novela que hurga en la naturaleza de los seres humanos y en los «secretos que la enturbian».

Sissel-Jo Gazan se decidió a escribir «La golondrina negra» siendo consciente de lo difícil y arriesgado del proyecto, después del éxito arrollador que obtuvo su primera novela negra, «Las alas del dinosaurio», editada también en español por Alfaguara en 2011, elegida por la prensa de su país la mejor novela negra danesa de la década.

«¿Cómo repetir el éxito sin escribir el mismo libro?», se preguntó la autora antes de sentarse a escribir esta novela que, como en la anterior, el mundo de la ciencia, que tanto la atrae por vocación y experiencia profesional, está muy presente. «La ciencia -ha llegado a decir- es un terreno explosivo y lleno de emociones».

Entre otros galardones, «La golondrina negra» ha recibido el reconocimiento de la Asociación de la Biblioteca Nacional Danesa.

 

Compilación realizada por Lorena Lacaille.

 

«El brujo Geralt de Rivia» de Andrzej Sapkowski

Andrzej Sapkowski

Todo comenzó en 1985. Sapkowski era un vendedor ambulante de cuero. En ese momento tenía 38 años, tenía una licenciatura en economía y hablaba muchos idiomas. Ser escritor no era su objetivo en la vida. Pero adoraba la fantasía, devoraba libros mientras viajaba. Sin embargo, nunca supo qué lo llevó a entrar a un concurso de cuentos cortos en la revista polaca Fantastyka durante ese año.

Sapkowski quería sorprender al público polaco pero –por el concurso– tenía un límite de 30 páginas para lograrlo. Si bien pudo hacerlo, y fue adorado por eso, no le resultó nada fácil. Según él, no iba escribir sobre fantasía clásica porque no encajaría, en cambio, en su lugar decidió reimaginar un cuento de hadas polaco. Contó el ejemplo del zapatero que mata un dragón, logrando lo que los guerreros no pudieron: engañarlo para que se comiera un cordero relleno de azufre. Pero luego proclamó que eso es una mentira: «Los pobres zapateros hacen buenos zapatos, no matan a los monstruos. Los soldados y caballeros en general son unos idiotas (…) ¿Entonces quienes matan a los monstruos? Los profesionales. Uno no llama a un aprendíz de zapatero, sino a un verdadero profesional, así que inventé uno.»

Denominó a primera su historia Wiedzmin, título que más tarde sería traducido como The Witcher, y lo envió a la revista Fantastyka en 1985: «En aquél entonces, en Polonia, la fantasía era considerada como algo para niños estúpidos que ni siquiera se masturban bien», aseguró el escritor. «Así que habrán dicho: ‘Esta historia es la mejor pero es fantasía, vamos a darle el tercer premio.’ Pero los jurados son jurados, en su mayoría son estúpidos y tendenciosos. Pero el público… El impacto de The Witcher en el fandom polaco fue tremendo, absolutamente tremendo, y todo el mundo decía: ‘Más, más, más, más!’. Nunca lo pensé, créeme, nunca quise escribir una segunda historia, pero después de esta aclamación, esta aprobación enorme, ¿qué debía hacer?; Los fans son exigentes, donde hay una demanda debe haber una oferta.»

Él fue escribiendo más historias cortas para luego ser compiladas y publicadas en las novelas La Espada del Destino (1992) y El Último Deseo (1993). Cuando el apoyo aumentó, Sapkowski decidió probar algo sin precedentes: «Bueno, el fandom polaco, el mercado polaco y el lector polaco merecen algo así como una gran saga de fantasía», se dijo asimismo. «¿Por qué no un escritor polaco escribiendo una saga de fantasía?» Todos rieron. «Todo el mundo», aseguró. No creían que una distribuidora pusiera un apellido polaco en una novela de fantasía y esperara que vendiera. Pero SuperNowa sí lo hizo, y en 1994 publicó La Sangre de los Elfos, el primer libro de la Saga del Brujo.

Sapkowski no quería que nadie espere más de un año para una nueva historia y, como un relojito, fue publicando sus novelas anualmente. En 1999 la Saga del Brujo estuvo completa. Imaginensé si George R. R. Martin escribiera tan rápido… «¿Saben que lo conozco personalmente?», confesó en la entrevista. «Somos amigos. Nos conocemos. Bebemos cantidades increíbles de cerveza.»


Sapkowski y The Witcher ya eran relativamente famosos antes de que CD Projekt tuviera algo que ver. De hecho, ni siquiera fue el primer desarrollador en intentar hacer un juego sobre The Witcher. Adrian Chmielarz (Bulletstorm, The Vanishing of Ethan Carter) y el estudio Metropolis tuvieron ese honor, pero el projecto fue demasiado ambicioso y silenciosamente murió.

CD Projekt apareció a principios de los años 2000. Sapkowski no recuerda cómo fue la conversación, pero recuerda haber aceptado la adaptación a videojuego. «¡Bueno, trajeron una gran bolsa de dinero!», confesó. Fue la misma razón por la que dijo que sí a Chmielarz: «Lo que espero de una adaptación: una gran bolsa de dinero, eso es todo.»

Sapkowski no dijo cuánto. Chmielarz, por su parte, mencionó que el pago «era buen dinero para Polonia en 1997». Sin embargo, el cofundador de CD Projekt, Marcin Iwinski aseguró que su empresa «no desembolsó una cantidad enorme de dinero».

Sapkowski continuó diciendo: «Estuve de acuerdo en que escribieran una historia completamente nueva usando mis personajes, mi ontología de este mundo loco. Pero ellos tendrían que crear historias completamente nuevas. Les dije: «¿Por qué no?»

Simplemente, no pensó que sería para tanto. Él pensaba que los juegos eran estúpidos, desde el momento que se aventuró a disparar a marcianos en una vieja consola conectada a un televisor. «Bueno, vamos a jugar a las cartas o vamos a beber vodka», dijo en aquél entonces, «pero matar marcianos es una estupidez, y mi punto de vista se mantiene: es estúpido».

Así que dejó CD Projekt RED hacerlo por su cuenta. No los visitó, no fue consultado, no le importaba. Él era Andrzej Sapkowski, ¿quiénes eran ellos? Cuando la gente le pregunta ¿Los juegos te ayudaron?, él les responde: «Sí, en la misma medida que yo ayudé a los juegos», agregando que: «No fue que los juegos me promocionaron: yo promoví a los juegos con mi nombre y personajes».


Cuando The Witcher 1 salió en 2007, las cosas comenzaron a cambiar. Los editores de los libros (de habla inglesa) lo vieron como una forma de llegar a una nueva audiencia y fue así que reeditaron la saga con imágenes relacionadas al juego. Aquello embarró la cancha, haciendo que la distinción entre juego y autor fuese menos clara. No fue un problema en Polonia, donde Sapkowski era muy conocido, pero para el público inglés… «Fue muy malo para mí», confesó.

Con cada lanzamiento de CD Projekt RED, el problema fue empeorando. Simplemente basta con ver las portadas de los libros en Inglés (Portadas rojas con imágenes de The Witcher 2). Ahora pueden imaginarse que alguien podría preguntarle erróneamente a Sapkowski si él es el tipo que escribe los libros sobre los juegos. «Sucedió», dijo. «Sucedió, y puedo recordar mi reacción: conozco muchas palabras malas y las usé todas en muchos idiomas.»

Aún entendiendo tal frustración y confusión, quizás más de uno pensó: ‘Eso no es nada en comparación con todo el dinero que ha hecho por las ventas del juego’. ¿Sabés que no? No recibe nada. Y en ese punto confesó: «Yo fui lo suficientemente estúpido como para venderles los derechos. Me ofrecieron un porcentaje de sus ganancias pero dije ‘No, no habrá ningún beneficio en absoluto. Denme la totalidad del dinero en este momento’. Fue una estupidez. Yo fui tan estúpido como para dejar todo en sus manos, porque yo no creí en su futuro éxito. Pero, ¿quién podía prever su éxito? Yo no pude.»

De todos modos, él no se arrepiente de los logros de CD Projekt RED. En muchos sentidos no podía haber pedido un estudio mejor. «El juego se hace muy bien», aseguró, «y todos merecen los beneficios que reciben de él. Se lo merecen. El juego es muy bueno. Bien hecho, bien hecho».

Él no tendría problemas en firmar un juego de The Witcher si alguien se lo pide. «Lo haría», dijo. «En primer lugar, porque cuando la gente viene a firmar, los considero fans, así que si vienen y me dan el juego para firmar, no puedo decir ‘no a eso’ porque sería muy descortés. Hacen una larga fila para traer el juego, ¿y qué puedo decir? ‘Por favor, vete, no lo firmaré’, sería muy descortés.»

 


En el futuro inmediato luego de The Witcher 3: Wild Hunt, muchos nuevos fans están descubriendo el trabajo de Sapkowski, y probablemente su nombre vuelva estar en lo más arriba.

Contrariamente a la creencia popular, afirmó que no odia los videojuegos en absoluto. «No es que no me gusten, ni que los desprecie», confesó. Pero esperen, ¿no dijo que los juegos eran estúpidos?, «¡Yo solamente no los juego! Pero no tengo nada en contra de los juegos, no tengo nada contra los jugadores. Nada.»

Mirando hacia adelante, Netflix producirá una serie sobre The Witcher, aunque los detalles todavía están bajo candado. Sapkowski deslizó que conoce el nombre de un actor que se lo atribuye presumiblemente en un papel importante –Geralt quizás– aunque no diría más sobre el asunto.

Por otro lado, la novela independiente Estación de Tormentas (2013, Polonia) es la última historia de Geralt de Rivia de Sapkowski. Si bien fue traducida al español en 2015, para el mundo inglés todavía está pendiente su lanzamiento.

Y tal vez, tal vez, Andrzej Sapkowski tiene otras historias sobre The Witcher para contar. «Sí, ¿por qué no?», declaró. «Voy a escribir otra. Lo haré.»

 

 

 

 

Como empezar en la saga de The Witcher (Geralt de Rivia)

 

 

Estación de Tormentas es la sexta novela en de la saga del brujo, y octavo libro de la saga en general, escrita por Andrzej Sapkowski. No es una secuela de la saga original, sino una precuela situada entre los cuentos del primer libro de la serie, El último deseo.

 

Sipnosis

Poco sabía el brujo Geralt de Rivia lo que le esperaba al acudir a la villa costera de Kerack. Primero fue acusado injustamente de desfalco, luego fue misteriosamente liberado bajo fianza, y finalmente descubrió que sus preciadas espadas, dejadas en depósito al entrar en la ciudad, habían desaparecido. Demasiadas casualidad es, en efecto, y máxime cuando tras ellas está la atractiva hechicera Lytta Neyd, llamada Coral. De esta manera, Geralt de Rivia se encuentra de nuevo implicado en los escabrosos asuntos de los magos, y ni la fiel (aunque ocasionalmente engorrosa) compañía del trovador Jaskier, ni el recuerdo de su amada Yennefer, ni toda su fama como implacable cazador de monstruos podrán evitar que se vea cada vez más envuelto en una oscura trama. Más bien al contrario.

Aunque, oficialmente, la Saga concluye con el final del relato que escucha el artúrico Sir Galahad, posteriormente hay una serie de relatos cortos recogidos bajo el título «Algo termina, algo comienza» (en la versión española de dos tomos, aparece al final del segundo), que vienen a complementar lo explicado sobre los personajes, sin que esto afecte al final propiamente ya escrito.

 

 

Compilación realizada por Lorena Lacaille.